22 - La bendición de la ignorancia

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Nevan despertó creyendo haber escuchado un golpe estruendoso muy cerca suyo

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Nevan despertó creyendo haber escuchado un golpe estruendoso muy cerca suyo.

Abrió los ojos con esfuerzo y sintió que todo dolía, como una de sus peores resacas. Tenía un gusto agrio en la boca y su garganta estaba seca, su estómago estaba hecho un nudo y había un pitido en sus oídos que parecía fomentar un creciente dolor de cabeza.

Estaba de cara al suelo y al intentar levantarse no pudo evitar soltar un quejido largo, el cual, por supuesto, hizo que le doliera la garganta aún más.

Se llevó una mano a la cara y trató de recordar cómo fue que acabó así, empeorando aún más su estado al recordar aquel vino y a Fiadus Al'Veneh.

—¿Grant?

Reconoció la voz de Merath al instante, y tras un segundo vio al elfo acercarse hasta él y ofrecerle una mano para ayudarle a enderezarse.

El mago aceptó su ayuda sin pensarlo demasiado, aún sujetando su cabeza y sintiendo que si se movía demasiado acabaría vomitando.

Con la ayuda del elfo pudo sentarse en una postura más cómoda. Merath se sentó delante suyo y le contó que los tres quedaron inconscientes gracias a lo que sea que había en el vino que bebieron.

Nevan miró a su alrededor. De verdad estaban en una prisión. Una celda que parecía sacada de esos cuentos fantásticos para niños, toda hecha de piedra con una puerta de barrotes de hierro viejo. Un sitio oscuro por su falta de ventanas, lleno de humedad que apestaba a moho y mugre.

—¿Qué rayos...? —el mago chasqueó la lengua—. ¿Ese viejo de verdad nos envenenó?

—Sí...

En las paredes frente a la celda habían unos pocos cristales de iluminación que la verdad no ayudaban mucho a la situación. Por la penumbra en la que se encontraban esos cachivaches de seguro estaban descargados.

—¿Dónde estamos? —preguntó el mago.

—En una prisión subterránea —contestó Merath con molestia, cruzándose de brazos—. Casi nunca se usa este sitio. Jamás pensé que vendría aquí de esta forma...

El elfo también comentó que era una prisión que estaba en una gruta subterránea muy cercana al templo y a las raíces del árbol sagrado.

Nevan encontró eso extraño. Si les hubiesen querido capturar desde el principio lo habrían hecho cuando llegaron al valle. ¿Por qué esperar y pasar por todas esas molestias para dejarlos en esas condiciones?

—No entiendo... —dijo el mago, y Merath le miró con atención—. ¿Por qué nos pusieron aquí en vez de matarnos? Obviamente no quieren que sepamos algo.

—No lo sé —el joven elfo miró a un costado—. Pero... Sospecho que puede estar relacionado con el fugitivo de Exilio.

Nevan asintió. Si al principio quisieron evitar que entrasen al pueblo es porque no confiaban en quienes eran y qué querían allí, porque de seguro escondían algo... O a alguien.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora