Mjiern Ar'Farith tuvo un sueño.
Estaba en un mundo donde todo era neblina. De hecho no podía ver más allá de un metro de distancia, todo era gris e incierto, y aunque sentía la urgencia de que debía ir a un lugar no estaba segura de cuál era o dónde estaba.
Avanzó de forma tambaleante, incapaz de distinguir nada que no fuese la líneas irregulares de la neblina, hasta que de pronto fueron estas mismas líneas las que empezaron a cambiar.
Mjiern vio cómo esta se retorció de forma similar a cómo lo haría un torbellino, pero no hubo viento a su alrededor. Todo lo que pudo distinguir fue algo extrañamente ovalado a varios metros de ella, donde la neblina se movía con más violencia.
De un momento a otro el movimiento se detuvo, y lo que quedó fue la silueta de una persona encapuchada que le daba la espalda.
Mjiern abrió la boca por la sorpresa, y aunque quiso decir algo su cuerpo no estaba respondiendo del todo a su voluntad. Por eso no pudo hacer mucho cuando aquella persona se giró hacia ella, mirándole de costado pero sin realmente revelar su rostro.
Todo lo que hizo fue levantar una mano negruzca hacia arriba. Cuando la elfa siguió la dirección de su dedo, vio que estaba apuntando al cielo por encima de ambos, y allí Mjiern vio que la neblina se disipaba en una forma circular, como si en el espacio entre ambos fuese el centro de un torbellino.
En el firmamento la elfa encontró un cielo nocturno y estrellas, los mismos luceros que estaba tan acostumbrada a ver en las noches claras de Andaluvan Mael, lleno de constelaciones memorizadas desde su infancia.
<<Mjiern...>>
—¿Qué?
La elfa se llevó una mano a la boca, sorprendida de que ahora sus palabras fluyeran sin problema, pero cuando levantó la vista hacia la otra persona, esta estaba desapareciendo.
—¿Quién...? ¡Ah! ¡Espera!
Mjiern corrió hacia aquella persona, solo para verle apuntar hacia arriba una vez más, luego hacia ella, para finalmente trazar una línea imaginaria entre ambas cosas.
Esa persona se dio la vuelta, y en su espalda la elfa vio dibujado el símbolo de uno de los siete dioses de Andaluvan Mael, uno que conocía muy bien.
<<¿Las estrellas...? Yo... ¿Guías...? Dunikel...>>
Pero lo que sea que estuviese señalando o tratando de decirle quedó inconcluso cuando su figura se desvaneció junto con la neblina, y el mundo alrededor de Mjiern no demoró en volverse oscuro y desaparecer.
Entonces abrió los ojos y se encontró a sí misma sumida en una penumbra similar.
La elfa inhaló profundo, sintiendo que cada músculo en su cuerpo resentía aquel simple movimiento. El aire mismo parecía lastimarle al pasar frío por su nariz y su garganta, pero el dolor no pudo mantenerle distraída por demasiado tiempo, pues al recordar lo que había pasado antes y cómo acabó en esas condiciones, la chica no pudo más que tragarse una maldición.
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La Balanza de Itier | El Legado Grant II
FantasyTras diez años de encierro en la academia de magia de Marvelir, Nevan Grant regresa a su tierra natal para reconciliarse con su pasado, pero la libertad de la que goza es amarga, pesada, y las pesadillas junto con la culpa de lo que vivió en aquella...