36 - Plan de acción

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Comenzaba a atardecer cuando anularon la barrera sobre Erindir

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Comenzaba a atardecer cuando anularon la barrera sobre Erindir.

Y quizás fue por la claridad del día que todo en la capital y aquellos en sus alrededores escucharon el espantoso crujido de esta al fragmentarse, y a la vez vieron el destello rojo antes de desaparecer.

Y así, el pánico no se hizo esperar.

Mjiern estuvo entre los miles que presenciaron la caída de la barrera, pero fue la primera en comprender lo que acababa de suceder y también la primera en entrar en acción.

Con fuerza tiró de las riendas del ulkhos, gritándole a Mirenea que se sujetara con fuerza antes de ordenar a su montura que emprendiese la carrera.

—¡Daem! ¡¿Q-qué fue eso?!

—¡Alguien desactivó la barrera! Tenemos que ir de inmediato a la puerta sur de la ciudad.

La fractura inicial había aparecido en esa dirección, por eso estaba segura de que el origen del problema estaba allí.

Volvió a agitar las correas del ulkhos y el animal aumentó la velocidad, llegando a dar enormes saltos por encima de carruajes e incluso personas, mientras que la gente en las calles gritaban y corrían en círculos.

Gracias a la velocidad del animal lograron cruzar una buena parte de la ciudad. La distancia entre el templo central y la compuerta al sur no era para menos, y lo que habría sido un viaje en carruaje de treinta minutos, se convirtió en una carrera de diez minutos.

Pero sin importar la velocidad, el paisaje antes las muchachas no cambió.

Los habitantes de Erindir corrían por todas partes. Muchos de ellos cerrando las puertas de sus hogares y trabando la puerta, todos los demás huyendo a donde sea que viesen un sendero abierto, pero todos de una u otra forma yendo hacia el centro de Erindir.

No había orden de ninguna clase y Mjiern no se molestó contener una que otra maldición. Incluso si vio dos o tres guardias en las cales, estos estaban tan o más asustados que la gente común.

Sin nadie que asegurase el orden de las masas o enfrentase el peligro que estaba por venir, era casi seguro de que la capital caería ese mismo día.

Su primer instinto fue saltar de su montura y ejercer orden, pero entonces escuchó a alguien gritar.

—¡Ayuda! ¡Alguien! ¡E-espectros han entrado a la ciudad!

—¿Qué?

Jaló con fuerza de las riendas del ulkhos y el animal casi tropieza al verse obligado a frenar tan repentinamente.

Aunque fue una suerte que se detuviese en ese instante, porque a solo unos metros de distancia pudieron ver las grandes puertas de entrada a Erindir en el suelo, y sobre estas al menos una veintena de espectros menores avanzaban dentro de la ciudad a paso lento, y muchos más avanzando tras ellos.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora