41 - Esurt

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Fuego

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Fuego.

Brillante. Candente. Abrumador... pero familiar.

Habían muchas formas en las que Nevan podría explicar lo que estaba viendo y sintiendo en ese preciso instante. Pero por mucho que la confusión y la ansiedad tratasen de dominarle, no tuvo miedo.

Nevan no temía porque el instinto le decía fuerte y claro que no estaba en peligro, pues tanto aquel lugar como aquella criatura se sentían tremendamente familiares.

<<¿Por qué?>>

¿Había estado allí antes? No tenía recuerdo alguno de eso y aún así...

—Tú...

La criatura delante suyo de verdad estaba hecho por completo de un brillante y cálido fuego anaranjado.

En general tenía una forma humanoide pero no por eso poseía un rostro del todo humano. Tenía ojos pero estos eran grandes, almendrados en su contorno y completamente negros en los que no había espacio para pupilas, iris o el blanco de la esclera.

Tampoco poseía nariz o boca; más que un rostro parecía una máscara.

Del mismo modo este carecía de una forma definida. Si bien tenía cabeza, torso y brazos, todos con ángulos que indicaban un ente masculino, a la altura de su cintura perdía la forma y solo quedaba aire y de vez en cuando una que otra llamarada.

Cualquier otra persona en su posición habría quedado petrificado del miedo, pero no Nevan.

El mago miró a la criatura fijamente a los ojos, seguro de que —por alguna razón que no acababa de entender—, no necesitaba temerle.

¿Lo conocía? Sentía que sí, pero si hubiese visto a una criatura así no había forma de olvidarlo, entonces ¿por qué-...?

—Deja de mirar tanto —dijo este de pronto.

—¿Huh-...?

Nevan casi da un salto, y tuvo que contenerse de retroceder.

La criatura de fuego había hablado, su voz masculina y grave, una voz que no había escuchado nunca.

—Tú... ¿Quién-...? ¿Qué eres?

—Tú dimelo.

—¿Qué?

—Todos esos años estudiando en la academia que tanto odiaste y no puedes responder tus propias preguntas? —el ente se encogió de hombros, agitó las manos y acabó cruzándose de brazos como alguien que perdía la paciencia.

—¡Ey!

—Usa tus ojos, Nevan.

Nevan sintió un escalofrío al escucharle pronunciar su nombre, y eso sirvió para sacarle del ligero trance en el que estuvo todo ese tiempo.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora