Covelk Ar'Vai gruñó hacia las estrellas y evitó maldecir en voz alta.
Dio gracias a los dioses por no tener que trabajar como vigilante del bosque negro hasta nuevo aviso; necesitaba ese descanso y la verdad no estaba de humor para seguir fingiendo ser un simple e ignorante subordinado del escuadrón de Mjiern Ar'Farith.
No le importaba el resto del grupo, pero sí detestaba sentirse como un estúpido, pues estaba convencido de que la joven heredera estaba al tanto de que era un espía plantado allí para vigilarla.
Masajeó su cuello, prestó atención a los sonidos de pasos que se alejaban, y cuando estuvo seguro de que no había nadie más en los alrededores, escuchó una voz grave al otro lado de la pared donde estaba apoyado.
—Entra —le ordenaron.
Covelk movió la enorme ventaba corrediza que había a su izquierda y entró a la enorme oficina de Mjiethen Ar'Farith.
El patriarca del clan no se molestó en levantar la mirada de los papeles que tenía sobre el escritorio, y continuó escribiendo mientras Covelk entraba y cerraba, procurando ser silencioso.
El joven elfo sacudió su cabello blanco corto luego de quitarse la capucha y fue a colocarse delante del escritorio, esperando a que el hombre ante él acabase, o al menos se dignase a pretender que reconocía su existencia.
—Habla —le ordenó.
—Interceptamos a los espías de tres de las otras casas nobles tratando de infiltrarse en Eomiliath, mi señor.
—Si pasaron a los guardianes entonces Sedeos hace un pésimo trabajo.
—Al parecer el comandante fue gravemente herido en Exilio, y muchas de las fuerzas de la fortaleza están siendo movilizadas para otras cosas que aún estamos investigando.
—Como dije, un pésimo trabajo.
—...
—¿Alguna novedad sobre el mago humano?
—Salió de la fortaleza en busca de algo. Va acompañado por el joven maestro Merath y Saev'Verkal. Se estima que lleguen a Valle Felek para mañana.
Covelk hizo un comentario sobre que fueron enviados en una misión dada por el mismísimo comandante, pero aún estaban tratando de averiguar los detalles. Y sin embargo, el noble elfo no hizo comentario alguno.
De hecho parecía que no le había puesto atención, y por su expresión, estaba pensando en algo más. Debió ser grave pues por fin dejó de escribir y levantó la mirada.
—¿Cómo... está él? —dijo de pronto el patriarca.
—¿Mi señor?
—Merath... —murmuró este en voz baja—. ¿Está... bien?
—Uhm... Mis disculpas, mi señor, pero no tenemos forma de confirmar eso. Pero asumo que una expedición como esa no debería ser problema para un experto como el joven maestro.
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La Balanza de Itier | El Legado Grant II
FantasyTras diez años de encierro en la academia de magia de Marvelir, Nevan Grant regresa a su tierra natal para reconciliarse con su pasado, pero la libertad de la que goza es amarga, pesada, y las pesadillas junto con la culpa de lo que vivió en aquella...