Tras diez años de encierro en la academia de magia de Marvelir, Nevan Grant regresa a su tierra natal para reconciliarse con su pasado, pero la libertad de la que goza es amarga, pesada, y las pesadillas junto con la culpa de lo que vivió en aquella...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Las pesadillas de Mjiern habían cambiado en los últimos veinte años.
La plaga de Armatti había sido un golpe fuerte para ella, y también fue el punto en el que ya no pudo continuar fingiendo que todo iba bien en Andaluvan Mael.
Desde aquel entonces fue incapaz de perdonar su propia inacción, y lo que perdió entre esas pilas de cadáveres se filtraba entre sus nuevas pesadillas.
A veces soñaba con el momento que perdía a Theo, en un mundo lleno de sangre, mientras era incapaz de siquiera levantar una mano. Otra veces veía a Callie desangrarse delante suyo, o la asesina Yovat se convertía en un monstruo de múltiples cabezas que le perseguía.
Y entre esos sueños, también se veía rodeada de muertos, de gente gritando por ayuda a sus dioses y a ella misma.
Entonces, si tenía mala suerte, alguien más aparecería tras ella. Alguien a quien no tenía el valor de enfrentar.
<<Oh Mjiern... No seas como yo Mjiern... No lo seas.>>
—No soy tan fuerte ni'ila —respondía ella, suplicante—. No puedo hacer más. Ayúdame...
Pero Mjiern jamás recibía una respuesta, salvo por sus propios gritos. Y así despertaba bañada en sudor, temblando, a veces vomitaba y se quedaba temblando esperando a que todo acabe, o permanecía abrazada a Verkal cuando sentía que seguía atrapada en esos malos sueños.
Muchas veces lograba recomponerse al recordar que había mucho que podía hacer con tal de arreglar las cosas, pero también se detenía a preguntarse... ¿Sería suficiente?
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Lo que cayó sobre ellas fue un trozo de tronco completamente podrido. Se desintegraba por sí solo, pero era tan grande que con semejante tamaño bien podría matar a alguien.
Mjiern actuó por inercia y se movió como una flecha. Nea no pudo distinguir bien qué ocurrió exactamente, pero el golpe del tronco jamás llegó.
Por instinto se cubrió la cabeza con ambas manos y cerró los ojos, pero al notar que nada ocurría salvo por el sonido de un estruendo a su alrededor, la chica levantó la cabeza y vio a Mjiern Ar'Farith con martillo en mano manteniendo una barrera protectora sobre ambas.