32 - Manos a la obra

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Balnok Errat, a pesar de las muchas desgracias pesando en su vida, podía considerarse un híbrido con suerte

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Balnok Errat, a pesar de las muchas desgracias pesando en su vida, podía considerarse un híbrido con suerte.

Después de todo habían miles y miles de híbridos en otras partes del mundo que no tenían un techo sobre sus cabezas, y él se sabía bendecido al tener el lujo de despertar con una resaca de los mil demonios.

Le costó algunos segundos de tortuosa agonía pero para cuando se escuchó el rugido del mar haciendo vibrar el aire, Balnok cayó de su cama al frío suelo de madera y masculló una maldición al tiempo que una horrible jaqueca trataba de partirle el cráneo en dos.

Pasó casi una hora reuniendo fuerzas para levantarse, y tras lavarse como correspondía, se dio cuenta de que estaba completamente solo en Papeles.

Inspeccionó la sala de estar y los cuartos donde los demás chicos dormían, y fue en la cocina que encontró una nota escrita por Nevan.

Mirando el reloj en la pared se dio cuenta que iba a ser mediodía, y los demás habían partido hace ya un par de horas a la reunión que el comandante había convocado para aquel día.

Bien, él también tenía trabajo pendiente.

Así que, tras improvisar un poco de medicina con las hierbas que encontró en un cajón y comer algo ligero, el híbrido fue al archivo en el segundo piso.

Gracias a los eventos más recientes en la fortaleza y la anécdota de Nevan, tenía mucho que transcribir para enviar a los grandes archivos en las Islas del Límite Blanco. Además también tenía que preparar una versión falsa con información censurada para presentar al comandante.

Sentiría que estaba haciendo algo ilegal de no ser porque su mismísimo maestro, el viejo enlace Kael, le había enseñado cómo.

De hecho aquel viejo embustero había estado mintiendo y sacando información sensible de su tierra natal por décadas y jamás le vio demasiado culpable al respecto.

Todos en la orden sabían que los enlaces más antiguos tenían personalidades excéntricas y costumbres curiosas, pero las mañas de su maestro muchas veces rayaban en la criminalidad y jamás dejaban de ser increíbles... y graciosas.

—Solo aprendo cosas malas de ese viejo cascarrabias.

Riendo para sí, Balnok fue al fondo del archivo, a la parte más profunda donde había un cuarto pequeño dedicado a servir como almacén para el papel, la tinta, plumas, carboncillos, cera y múltiples artículos usados en la preservación de textos y otros para la limpieza.

Se metió a sacar un folio grueso de hojas sin usar y una botella de tinta nueva, pero mientras estaba en ello, escuchó cerca suyo un extraño traqueteo que en un segundo condujo a un golpe fuerte.

El híbrido dejó sus cosas sobre un escritorio cercano y miró a su alrededor, a los pasillos entre libreros, e incluso al suelo, buscando algo que pudo haberse caído por cuenta propia, pero todo estaba tal como lo dejó el día anterior.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora