Interludio 5 - Un pretexto para morir

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—Conocí a Theo en un callejón

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—Conocí a Theo en un callejón.

Fue como ver a un cadáver pretender estar vivo.

—Yuil...

Le dijeron que le encontraron al sur de Faraís, y le habían capturado en Raolk.

Kasamatsu Hinagiku apretó los puños al entrar a aquella habitación. No tenía ventanas, el aire rancio apestaba a humedad y sangre, y al otro extremo de la entrada Yuil yacía sentado en el suelo con la espalda contra la pared. Maltrecho, sucio, con el rostro lleno de heridas e hinchado por los golpes y con las piernas atadas por cadenas de luz, sellos mágicos tremendamente poderosos que Hinagiku solo había visto ser usados en bestias.

Los hombres del maestro Ozart se habían pasado de la raya. ¿Cómo podían tenerle en ese estado? No era un criminal aún si actuó fuera de las órdenes de la alianza, maldita sea.

Pero las condiciones en las que tenían al muchacho solo se llevaba la mitad de la indignación de la chica. La otra mitad era causada por el idiota aquel que aún consideraba su mejor amigo, aún si esa era la primera vez que se veían cara a cara en años.

Hinagiku dio algunos pasos en su dirección pero él ni siquiera se molestó en levantar el rostro.

—Me metí en una pelea en un bar y él me encontró allí a medio desangrar.

—¿En serio es lo primero que me dices luego de todo este tiempo, Yuil? —dijo ella, apretando los puños para mantener su rabia controlada—. ¿Sabes en qué clase de situación estás?

—Hina... ¿Crees que si me hubiera muerto ese día, él seguiría vivo hoy?

Hinagiku quiso llorar, pero se limitó a chirriar los dientes. Jamás tuvo la oportunidad de conocer al prometido de Yuil cara a cara, pero había oído sobre él a través de cartas.

Lamentó lo que le ocurrió, pero más lamento haberse enterado por los emisarios del maestro Ozart en vez de su supuesto amigo.

Hinagiku se preguntó si la muerte de Theobald Mirt fue la raíz del problema, o si su presencia fue un simple candado controlando una bestia que explotaría tarde o temprano.

Luego de la noticia de su muerte la desaparición de Yuil ocurrió poco después. Los espías de la Alianza Gradaler le buscaron por meses sin conseguir una sola pista, testamento de que aunque Yuil estuvo inactivo por años, su habilidad como asesino seguía intacta.

Solo dieron con él cuando menos lo esperaban, metido en un calabozo, cubierto en sangre de pies a cabeza y arrastrando el cuerpo sin vida de un nalari a pesar de que una de sus piernas estaba partida en tres pedazos.

Aún así escapó, y Hinagiku quiso reír.

Escapó, el hijo de puta. Con el cuerpo destrozado y con los agentes más peligrosos de la alianza pisándole los talones, el desgraciado escapó.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora