12 - Llamados por los dioses (parte I)

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Merath suspiró

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Merath suspiró.

Encargarse del papeleo nunca había sido un trabajo emocionante pero jamás le molestó demasiado, pues le permitía relajarse y apagar el cerebro al hacer algo monótono. Y en un sitio como la fortaleza de Eomiliath la burocracia era mínima y poco exigente salvo por uno o dos días al año.

Aún así maldijo entre dientes.

Hacer oficial la estadía de Nevan Grant en el edificio de Papeles fue ridícula e innecesariamente complicado. Los rumores de que el mago humano había defendido al híbrido corrieron por la fortaleza como una plaga y como resultado todos veían con malos ojos lo que sea que estuviese relacionado a él.

—Dile a ese mago enano que no asome su cara, Ar'Farith —le dijo alguien en el pasillo de los dormitorios aquella mañana—. Todos están buscando una excusa para tirarle los dientes.

En un sitio como la fortaleza de Eomiliath la influencia del clan Ar'Farith no podía proteger a Nevan Grant. Merath creyó que el mago al menos tenía eso claro. ¿Qué ganaba defendiendo a alguien como Balnok?

No lo entendía... Pero tampoco le desagradaba.

Cuando Merath salió a las calles heladas de la fortaleza y la nieve caía a raudales, recordó que conoció a Balnok en un día similar, un año atrás.

Era la primera vez que veía un híbrido cara a cara y como todo elfo en Andaluvan Mael tenía sus reservas y prejuicios al respecto. No le agradaba la idea, pero en el fondo sabía que de no ser por la influencia de su hermana, él sería uno más de los que veía a Balnok Errat como un ser inferior.

—¿Ahijado? —Merath arrugó las cejas ante las palabras de su hermana—. ¿Aceptaste ser madrina de un híbrido?

—¡Es tan lindo! ¡Ojalá pudieras verlo!

Tras enterarse de que su hermana regresaría Merath pidió un permiso especial para volver a su casa, y tras el reencuentro hablaron por días siempre que tuvieron la oportunidad, pero cuando el tema de los híbridos salió durante una cena, casi todos en la familia se mostraron ofendidos e hicieron todo lo posible por cambiar el tema.

Merath recordaba que aquella noche en particular su hermana estuvo a punto de romperle la nariz a uno de sus primos de no ser porque Verkal intervino, y Merath fue lo bastante idiota como para cuestionar a viva voz por qué ella se enojaba tanto.

—Solo son híbridos, ni'ila. No se supone que existan en primer lugar.

Aquella fue la primera vez que su hermana le miró con decepción, y Merath se ha arrepentido de sus palabras desde entonces.

—Los dioses tienen sus reservas sobre mezclar razas, pero tampoco es como si ellos hubiesen elegido nacer de esa forma, y no sacas nada bueno del odio injustificado. Si de verdad fuesen tan atroces los dioses habrían hecho algo al respecto hace miles de años.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora