31 - Por las batallas venideras

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Nevan y Merath volvieron al interior de la fortaleza casi al anochecer

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Nevan y Merath volvieron al interior de la fortaleza casi al anochecer.

Resultó que inspeccionar y dar mantenimiento a todos los monolitos en la parte exterior del muro fue lo mismo que dar una vuelta a toda la periferia de la fortaleza, lo que les tomó varias horas más de lo que anticiparon.

Soportar el frío, la nieve cayendo y el viento no fue agradable y cuando ambos chicos cruzaron la compuerta principal, lo hicieron entre maldiciones.

Sin embargo cuando regresaron a Papeles fueron recibidos por el fuerte aroma de comida recién hecha, y la risa espontánea de Verkal escuchándose por toda la primera planta.

Cuando entraron a la sala común encontraron una amplia mesa que había salido de quién sabe dónde, con bastante espacio para al menos seis personas, y llena de variados platillos de comida humeante.

Sin embargo, a un costado de la habitación, en una mesa más pequeña, encontraron a Verkal y Balnok hablando de algo entre risas, tratando de abrir una botella que al parecer tenía un corcho muy ajustado, rodeados de al menos otras veinte botellas de diferentes licores.

Nevan les miró con un gesto agrio, deseando con todas sus ganas que nadie se diera cuenta que robaron todo eso o tendrían a la mitad de los guardianes de la fortaleza en la puerta de Papeles a la mañana siguiente.

—¡Eh! ¡Ya volvieron! ¡Se demoraron! —exclamó el elfo más alto.

—No se imaginan lo que hicimos para sacar todo esto —Balnok señaló a las botellas de alcohol, más contento de lo usual.

—No quiero saber —respondieron Nevan y Merath al mismo tiempo.

Momentos después todos se sentaron, y tras dar las gracias por los alimentos, comenzaron a comer.

O al menos la mayoría, porque Nevan se quedó mirando la mesa sin saber por dónde comenzar. Era simplemente demasiado. De allí saldrían sobras para los próximos dos días.

—No creí que de verdad harías un banquete —admitió el mago.

—Nunca me subestimes, enano —respondió Verkal, sonriendo de costado con sorna.

—¿Y qué se supone que estamos celebrando?

—Este no es un banquete de celebración.

—¿Qué?

Verkal no respondió de inmediato, ni se molestó en levantar la vista del trozo de carne que estaba cortando. Solo se dignó a volver a hablar cuando hubo servido para todos, y los otros dos parecían estarse conteniendo de hablar por él.

—Los llamados por Ceos solo celebramos tras una victoria —dijo Verkal, su voz extrañamente firme y seria.

>>Esto es para dejar a un lado las preocupaciones innecesarias —señaló la comida con un gesto vago—, y para reponer energías; un preparativo para las batallas y las penurias que están por venir.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora