23 - Parecidos y diferentes

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Nevan fue incapaz de maldecir aún cuando quiso hacerlo a gritos

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Nevan fue incapaz de maldecir aún cuando quiso hacerlo a gritos.

En el momento que se cerró la puerta algo frío y desagradable se instaló en la celda. El terrible presentimiento de que algo malo estaba ocurriendo.

Verkal fue el primero en moverse. Aún no se había recuperado de lo que sea que el sacerdote le lanzó a la cara, pero sin siquiera preocuparse por su bienestar se abalanzó contra los barrotes y trató de romper la compuerta con sus propias manos.

Al sujetar el metal de los barrotes estos lanzaron pequeñas chispas mientras mantenía contacto, y por la cara que puso era obvio que esto le producía dolor. Aún así el elfo continuó tratando de forzar la puertecilla.

—¡Nu'ue! —Merath fue hacia él—. ¡Detente! ¡Tienes que calmarte!

Pero el elfo más alto no le hizo caso. Aunque sacudía una mano su arma jamás se materializó y extraños símbolos grabados en el metal de las barras se iluminaban cada vez que hacía el mismo gesto.

Estos emitían una extraña presión que hacía empeorar el gesto del elfo, y tras varios segundos y constantes intentos por abrir la celda, Verkal acabó cayendo al suelo de rodillas mientras sus manos emitían un extraño humo.

Pero incluso con eso Verkal parecía dispuesto a continuar intentando hasta lograr su cometido.

—¡Basta! —gritó Merath a su lado, interponiéndose entre él y los barrotes—. Vas a lastimarte en serio.

—¡¿Es que no escuchaste lo que dijeron?! ¡Mjiern fue allá!

—Sé lo que dijeron, pero tampoco podemos estar seguros de-...

—¡Ella está en peligro y nosotros aquí perdiendo el tiempo!

—Lo sé... —contestó Merath, su voz y su gestos fríos como el hielo—. Cálmate. ¿En serio crees que no tengo miedo por ella?

Verkal estaba listo para ponerse a discutir con él, pero entonces se fijó en la expresión de su cuñado, y en la forma que sus puños temblaba.

Conocía ese gesto, y también le conocía bien a él. Habían vivido juntos el tiempo suficiente para tener claro que Merath no era alguien que actuase por una emoción pasajera como él, y aún cuando se burlaba de él por ello, siempre se detenía a pensar las cosas con calma y eso podía ser útil la mayoría del tiempo.

—No sacamos nada rompiendo nuestros huesos aquí, nu'ue. Tenemos que pensar si queremos salir y averiguar qué rayos sucede.

Verkal acabó chasqueando la lengua y cruzándose de brazos, admitiendo su derrota aún si era de forma momentánea.

—Fácil para ti decirlo, pensar no es mi fuerte.

—Tengo eso claro... —Merath mostró una pequeña sonrisa de costado.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora