Mjiern y Nea no partieron de inmediato, pues aún con las prisas la joven druida insistió en tratar las heridas de Mjiern antes de salir de allí.
Aunque no le hizo mucha gracia, tuvo que ceder. La verdad era que su condición no era buena y por si fuera poco el viaje hasta la torre sería peligroso, especialmente considerando que las amenazas del bosque eran mucho peores que antes.
El miasma no solo estaba envenenando el bosque en sí, sino también a toda forma de vida menor, eso sin contar que volvía a los espectros más salvajes y peligrosos, incluso promoviendo su crecimiento.
Por eso no les quedó de otra que aguantar un día más.
—Si soy honesta, el que un elemental haya respondido a mi llamado fue un golpe de suerte —dijo Nea tras una risa nerviosa.
La joven druida mantuvo la vista fija en los diferentes pañuelos de colores que usaba para cubrir el muñón de su pierna faltante, los que necesitaba para disminuir la fricción al usar una prótesis de madera.
Mjiern le preguntó si dolía, pero Nea respondió confiada de que solo era una molestia usual al tener una herida tan vieja como aquella. De verdad no parecía afectarle tanto, pero sí se le notaba cansada.
—En la academia leí que los elementales de tierra son casi tan comunes como los de aire —comentó Mjiern.
—Lo son la mayor parte del tiempo, pero con las condiciones en las que está el bosque por culpa del miasma, es difícil encontrar hasta insectos.
Tampoco era extraño. Con el miasma extendiéndose más y más los animales y elementales menores harían caso a sus instintos y huirían lo más lejos posible.
—Pero lo intentaré de nuevo —dijo Nea—. Tener una montura nos facilitará llegar a la torre.
—¿Qué tan lejos estamos?
—A unas cuantas horas a pie.
—Mmm... Con el miasma expandiéndose sí necesitaremos una montura... —ambas elfas suspiraron—. No tengo mucha afinidad con elementales, pero puedo cargar un cristal si necesitas usar alguno como carnada.
—¡Oh! ¡Eso sería útil!
La realidad era que necesitaban una montura si querían salir de allí. Mjiern tuvo problemas solo al intentar ponerse de pie y Mirenea tuvo que sacar un bastón de quién sabe dónde porque su nueva pierna prostética no podía soportar bien el peso de todo su cuerpo.
Ambas estaban débiles, el simple hecho de moverse demasiado era una pésima idea en sus condiciones, pero tampoco podían hacer más.
Cuando salieron del pequeño refugio estaba amaneciendo, y la luz del sol aún no filtraba del todo a través de las altas copas de los árboles, por eso aún estaba oscuro.
Mjiern había cargado el cristal de iluminación que usó en su cuarto y Nea lo usó para llamar algún elemental de tierra en la cercanía, pero no parecía muy entusiasta al respecto, y Mjiern entendía por qué.
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La Balanza de Itier | El Legado Grant II
FantasyTras diez años de encierro en la academia de magia de Marvelir, Nevan Grant regresa a su tierra natal para reconciliarse con su pasado, pero la libertad de la que goza es amarga, pesada, y las pesadillas junto con la culpa de lo que vivió en aquella...