Yuil abrió los ojos y se encontró en lo alto de una torre.
Cuando era niño iba allí seguido. Era un buen lugar.
Los vigías del palacio iban a practicar arquería en esas alturas. Lanzaban flechas contra los buitres enanos que aparecían como plaga cada año a inicios de primavera, y competían para ver quién podía derribar más.
Aquella en específico era una de las torres más alejada de la zona de acción, pero también una de las más altas.
A diferencia de las torres normales, esta fue construida siglos atrás dentro del terreno del palacio central, pero a su vez estaba alejado del área donde residían los miembros de la familia real.
Fue construida para vigilar las inmediaciones de los muros más externos de la ciudad real cada vez que los enemigos de Nul'Essalira lograban asediar la ciudad, pero la torre no había sido usaba para aquello en los últimos ciento treinta años.
Era un lugar al que ni los guardias iban seguido, y por eso era el mejor lugar para que él se escondiera.
—Yuelt.
Pero aquel fue un día especialmente malo.
Yueltredtalevarr dio un leve saltito en el borde de la baranda donde estaba sentado y evitó girarse. No quería verle la cara. Sabía que se burlaría de él.
Pero contrario a sus expectativas, el recién llegado se sentó a su lado en el borde, con las piernas colgando hacia el vacío, dejando que el viento a esa altura desordenase su cabello rubio.
La delgada túnica blanca que llevaba puesta se agitó, descubriendo la piel morena de su brazo derecho y las delgadas líneas que el árbol del rito dejaba en sus víctimas.
—Yuelt. Escuché que mataste a tu instructor de combate... Otra vez.
—... —el chico arrugó los labios—. Tal vez.
—Vas a tener que darme una explicación decente si quieres librarte de esta. No puedo seguir escondiendo tus metidas de pata.
—Es lo de siempre.
El joven ladeó el rostro hacia él, observando a Yueltredtalevarr con una ceja alzada, pensando. Y tras unos segundos se cruzó de brazos y asintió para sí.
—Mmm, ya veo. ¿A quién insultó? —pero el chiquillo negó con la cabeza.
—Amenazó con obligar a Tavil a un duelo si no le obedecía.
—Ah, trató de manipularte para ganar ventaja sobre Krentelerani.
—Hay rumores de que nombrarán a Krent princesa heredera, y los nobles del anillo sur quieren hacerme otro candidato.
—¿Y?
—Shan... Tavil tiene seis años.
—¿Qué? ¿En serio? —torció el rostro en una mueca exagerada de sorpresa—. No me mires así, se me olvida que Raintavilenak es tan joven. Sabes que no puedo estar atento a todos nuestros treinta y seis hermanos.
ESTÁS LEYENDO
La Balanza de Itier | El Legado Grant II
FantasyTras diez años de encierro en la academia de magia de Marvelir, Nevan Grant regresa a su tierra natal para reconciliarse con su pasado, pero la libertad de la que goza es amarga, pesada, y las pesadillas junto con la culpa de lo que vivió en aquella...