Interludio 1: Manos amigas

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—Objetivo a la vista

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—Objetivo a la vista.

Terian inhaló profundo y esperó.

Años atrás cuando Almeric Grant la sacó de la calle, le dio un trabajo y algo que podía llamar hogar, estuvo dispuesta a dar su vida por los objetivos de aquel mago desquiciado. Hoy en día su resolución no era tan firme, pero al menos aún le quedaba una pizca de gratitud.

Gratitud que acabó convirtiéndose en lealtad, la cual le estaba pasando factura.

—¿Jefa?

—No lo pierdan, el chico debe salir del valle sin notar nada.

En la copa de un árbol Terian y uno de sus subordinados usaban catalejos para observar la figura cada vez más lejana de Nevan Grant.

Usando los artefactos de comunicación a distancia que Almeric les había dejado pudieron coordinar una red de silenciosos vigilantes escondidos en el bosque y camuflados en la carretera y las colinas que rodeaban la ruta por la que el muchacho avanzaba.

El chico había decidido marcharse de Raolk y la misión de ella y su grupo era asegurarse de que lo lograse sin el más mínimo problema, cosa difícil tratándose de un Grant.

Terian sabía mejor que nadie que esa familia estaba condenada todo gracias al cretino de Almeric. Pero ella prefería que viviesen en la ignorancia, pues sabía que eran buenas personas y merecían un poco de paz.

... O eso le habría gustado decir, pero lo que pensaba no era tan distinto de las últimas palabras que Almeric le había dejado, y luego de tantos meses ya no estaba segura dónde comenzaba su influencia y dónde acababa su propia opinión.

<<Mantenlo vigilado Terian. No le quites un ojo de encima en todo el tiempo que esté en esta ciudad. Si decide quedarse acércate y vuélvete su escudo. Si decide marcharse usa todo lo que tengas a mano para que nada bloquee su paso. Mantenlo sano y salvo. Mantenlo ignorante y vivo.>>

Terian nunca había podido comprender a Almeric Grant, pero admiraba su trabajo. La nueva Raolk, las grandes torres de pesca, las cientos de personas viviendo allí en paz, el grupo de desadaptados que aquel mago acogió y que ella llamaba familia... Todo eso era gracias a él, pero por muy increíble que fuesen sus acciones o los resultados de estas, el hombre en sí nunca dio demasiados motivos.

Llegaba, hacía algo y luego se marchaba.

Terian intentó comprenderle. Lo intentó más veces de lo que podía recordar, y aunque podía decir que le conocía, entender cómo funcionaba su cabeza era un asunto completamente distinto.

A veces se quedaba despierta preguntándose cómo Xerai podía permanecer a su lado sin volverse loco.

A veces se preguntaba si les volvería a ver en aquella vida...

—Hay algo ahí.

Terian y todos sus subordinados entraron en alerta, los catalejos fueron elevados y ella casi pudo sentir a todos apretando los dientes al mismo tiempo.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora