6 - Invitado de honor (parte I)

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No habría sido descabellado creer que se trataba de una ilusión

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No habría sido descabellado creer que se trataba de una ilusión. Nevan lo sabía muy bien.

Simplemente era demasiado conveniente correr y luchar por su vida en un bosque de pesadillas y así de la nada encontrarse con su vieja y querida amiga, su siempre confiable Mjiern. Debía ser un truco.

Pero sus dudas se fueron a la basura en el momento que la elfa dejó escapar un chillido de alegría al tiempo que se lanzaba hacia él, atrapándole entre sus brazos y estrujándole con tanta fuerza que le levantó del suelo.

—¡Nevan! ¡Eres tú! ¡Por la gracia de Dunikel, de verdad eres tú!

Nevan escuchó los huesos de su espalda crujir y el aire escapó de sus pulmones con la misma fuerza como si le hubiesen dado un martillazo en la base del estómago.

Hubo mucho que quiso decir al mismo tiempo, y si bien su alegría de sentir aquel calor tan familiar le ayudó a ignorar el dolor en su espalda y sus costillas, no pudo hacer lo mismo con la falta de aire.

—M-mjiern... necesito... respirar...

—¡Mi querido amigo! —con la misma brusquedad con la que la elfa le levantó le dejó en el suelo y le tomó de los hombros—. Esta es sin duda una bendición de Dunikel. ¡Bendita su sagrada forja!

—S-solo han pasado unos meses, Mjiern...

—¡Casi pareciera que no nos hemos visto en años! ¿Te cortaste el cabello?

En efecto Nevan sentía que no se habían visto en años en vez de los casi seis meses transcurridos desde que ambos dejaron Marvelir, y como era de esperarse su querida amiga no había cambiado demasiado, salvo por la ropa, la tierra en sus mejillas y las hojas enredadas en su cabello.

Sí notó que se le veía muy cansada, pero fuera de eso a juzgar por la forma en que la elfa recitó un poema sobre su dios solo para referirse al reencuentro con un viejo amigo casi parecía que solo estuvieron lejos un par de días.

—No puedo expresar cuan feliz me hace verte, Nevan, pero... Tengo que preguntarte ¿qué haces en un sitio como este? ¿Acaso no usaste el permiso que te di?

—¿Uh? ¿De qué hablas? Claro que sí, lo he tenido-...

—Capitán.

Solo ahí ambos recordaron que habían otros cuatro elfos en el mismo lugar.

Uno de ellos se echó la capucha abajo y reveló un rostro con facciones muy similares a su amiga. La misma piel morena, ojos de un verde parecido, cabello grisáceo atado en una coleta y tres pequeños cuernos en lo alto de su coronilla.

Le echó un par de ojeadas incómodas a Nevan antes de dirigirse a Mjiern.

—Este humano... Es conocido suyo.

—¡Oh! Sí, cierto. Olvidé presentarles. Él es-...

—Capitán —alguien más, una elfa de cabello negro rizado y expresión seria se acercó a ellos—. Eso puede esperar un poco. No es buena idea quedarnos en zona infestada por tanto tiempo.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora