—Absolutamente todo está arruinado—se quejaba— todo, no hay nada que se salve.
—Vamos a reponer cada cosa, Soo, no te preocupes y... no se te ocurra limpiar, puedes cortarte. Llamaré a alguna empleada de servicio que se encargue.
Despertaron a la mañana siguiente, Seokjin veía todo el desastre y al menos sabía que habían fotografiado todo. Mary debía estar teniendo un mal rato en la estación de policía.
Fue complicado calmar a Sooji y que pudiese dormir, ahora volvía a alterarse con un solo vistazo. Hizo algunas llamadas, ya había puesto al tanto a su jefe sobre lo ocurrido y él ofreció su ayuda, recomendándoles mudarse, Seokjin también lo consideró, pero no diría nada por el momento, sabía que a Sooji no le gustaba estar cambiando todo el tiempo, a ella le gustaba la estabilidad, sobre todo si se trataba de un hogar, pues se esforzaba mucho haciendo cambios para sentir que el sitio le pertenecía.
—Iré a preparar el desayuno— dijo, fastidiada— ver tanto desorden me causa molestia y nervios.
—¿Seguro? ¿No prefieres que pidamos algo?— negó, quería distraerse haciendo cualquier cosa— No quiero que cocines, así que, mejor vamos a salir y que mientras estemos por fuera, se encarguen de arreglar todo este asunto.
—Ah, oppa...
—Nada de quejas, vístete... no, iremos a comprarte algo— decidió— no debió quedar nada a salvo ahí adentro.
—Mis vestidos— se quejaba.
—Vamos a conseguir vestidos más bonitos, Soo. También zapatos y todo lo que se perdió.
Sooji no se preocupaba, ella sabía que Seokjin le conseguiría absolutamente todo lo que quisiera y pidiera, pero la mayoría de sus cosas tenían un significado especial para ella, todavía conservaba los frascos del único perfume y único regalo que su padre le había dado en la vida.
Lo mismo sucedía con algunas de sus prendas, su mamá, una vez cada mil años—le gustaba exagerar— le regalaba algo, algunas eran blusas que fueron de ella y a Sooji le parecieron lindas, entonces se las regaló.
El resto, había corrido por cuenta de Seokjin o de ella misma.
Seokjin sabía de esos regalos, no solía entender del todo por qué Sooji se aferraba a ellos, tiempo después comprendió que a pesar de todo, a Sooji le habría gustado ser amada por sus padres y que esos regalos, representaban un poco de ese amor.
—Está bien, podemos comprar unos jeans y una blusa para poder ir a desayunar— accedió, desanimada.
Él trataba siempre de darle todo lo que a él sí le dieron, porque para nadie era un secreto que Seokjin era el hijo favorito. Otra de las tantas razones por las que Sooji siempre fue y será su prioridad.
—¿Y si vamos al salón? Después de comer, puedo llevarte a un spa, te relajas, hacen tu maquillaje... ¿Mm? Dí que si, te encanta hacer eso.
—No sé...
—¿Y si vamos juntos?— insistió, subieron al auto— Y luego al tenis.
Sooji medio sonrió.
—Realmente estás esforzándote.
Se inclinó, besó sus labios con lentitud y toda la paciencia del universo, tardando mucho en separarse pues quería tomarlo todo de ella. Cuando se alejó, le sonrió con mucho cariño.
—Te amo. No me gusta verte así, más si es culpa mía.
—No es culpa tuya.
—En parte lo es, soy yo el de la ex loca.
Eso la hizo reír.
—Es cierto, ni siquiera tu ex esposa jodió tanto.
—Todavía me manda mensajes, pero solo para ser formal y no una divorciada resentida. Además, ella se disculpó, por lo menos— encendió el auto— pero, también tiene sus comportamientos cuestionables y las decisiones que tomó... bueno, cada quién.
—Te juro que creí que la veríamos en la cena.
—Ni siquiera su nuevo esposo se presentó— sonrió— pero, ya sabes que hablar de esa mujer está prohibido.
Sooji asintió.
—Pero supongo que sigue enviándote mensajes asegurándose de que no estés enterado de lo que tanto intentó ocultar.
—Es lo más probable.
Pero Seokjin sabría cuando sacar aquella carta.
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