IX: Desastre.

0 0 0
                                    

El verano estaba llegando a su fin, se me estaba acabando el tiempo. Tras días de postergarlo, finalmente tuve el valor de hacer la pregunta que tanto miedo me daba hacer. No era miedo, técnicamente, pero en ese momento no lo sabía. En ese momento sabía tan pocas cosas...

Luego de pasar una tarde de tranquilidad en lo de Erian, regresé caminando a mi hogar con Marilen a mi lado. Ella todavía tenía las mejillas enrojecidas por el esfuerzo de sus bailes con su maestra, todos y cada uno de ellos llevados a cabo con una maestría que me hacía pensar que mi hermana llevaba décadas practicando bajo su tutelaje. Había tenido la oportunidad de hablar con ella mientras estábamos con Erian, pero como la charla entre ambas amigas nunca cesaba, tuve que morderme la lengua para no interrumpirlas. Ahora que volvía a estar a solas con ella veía que mi última ventana aún permanecía abierta, era hora de aprovechar la oportunidad.

―Mar― llamé una vez que llegamos a su casa.

―¿Hmm?

Marilen se sentó en la silla que había en la entrada de la casa, nuestro lugar favorito durante nuestra feliz infancia. Me senté a su lado, viendo casi con nostalgia lo mucho que mi hermana había crecido. Winne decía que las niñas se desarrollan antes que los muchachos, y viendo a Marilen tenía que admitir que era cierto. Viéndola me costaba creer que todavía tuviera trece años, parecía muchísimo más grande, y no solo por su físico ya moldeado, sino por su rápida mente. Siempre había sido inteligente y astuta, e internamente había albergado la esperanza de que el tiempo nos igualaría; todo lo contrario, con cada día que pasaba la brecha que nos separaba se hacía más ancha. Quizás por eso la quería tanto.

―¿Te encuentras bien, Rae?― preguntó ladeando la cabeza y mirándome con curiosidad en sus redondos ojos pardos.

―Quería preguntarte algo― murmuré, jugando con mis pulgares sobre mi regazo, intentando juntar coraje. ¿Por qué me daba menos miedo enfrentarme a unos borrachos en una taberna que preguntarle algo a mi hermana?―. Desde hace ya un tiempo que tengo la espina clavada, y quiero quitármela de encima.

―¿Es algo sobre Erian?― quiso saber Marilen, sus labios comenzando a curvarse en una pícara sonrisa que a cualquier hombre volvería loco―. Vamos, cuéntame, ¿es sobre ella?

―No, no es sobre Erian― contesté esbozando una tibia sonrisa, contagiado por su espíritu―. Es sobre el Fin.

―Todavía falta una semana, si es eso lo que te preocupa― bufó Marilen, dándome un golpecito en el brazo. Al ver que no cambiaba mi gesto de tensión, Marilen frunció el ceño y me miró con seriedad―. ¿Qué es lo que pasa, entonces?

―Quería saber si...― comencé a decir, pero me quedé callado, odiándome por ser tan cobarde. En mi fuero interno anhelaba que Marilen leyera mi mente como tantas veces había hecho para quitarme la responsabilidad de la pregunta. Pero no lo hizo, lo que me llevó a pensar que estaba siendo completamente irracional―. Por la corona bendita, en mi mente siempre es más simple.

―Vamos, Raeven, ya me estás impacientando― se quejó Marilen sin perder un ápice de concentración―. ¿Qué quieres saber sobre el Fin?

―Hmm... Quería saber si irás con Jorin― dije tímidamente, lamentándome casi al instante de haber hablado. ¡Idiota, idiota!―. Yo... espero que no te moleste que pregunte.

Marilen me miró con los ojos bien abiertos durante un instante que se hizo eterno. Finalmente estalló en risas, echándose hacia atrás y haciendo que la silla se meciera bajo nuestros cuerpos. Cuando finalmente terminó de reírse, ya con los ojos inundados de lágrimas de diversión, me estampó un cálido beso en la mejilla.

―¿Eso te tenía tan preocupado, Rae?― dijo con la voz llena de diversión.

―Es que...

―¿Te tenía preocupado la posibilidad que tu hermanita perdiera su virtud con Jorin en el festival del fin de verano? ¡Qué ternura!

Stormbringers I: Los Colores de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora