III: Dragones.

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Un par de días después de la gran presentación de Marilen, me encontraba repasando la hoja de un cuchillo de caza, única arma forjada en meses en la herrería, cuando Winne vino a verme. Otto había viajado a Alacadia junto a mi abuelo, así que estaba a cargo de la herrería, lo que me dejaba poco tiempo para distracciones. No obstante, la inesperada visita de mi madre del corazón fue una agradable excusa para dejar el cuchillo descansando un rato.

Winne había envejecido visiblemente luego de la partida de Otto el menor, acusando el paso de los años con mayor evidencia que su marido. Su cuerpo rechoncho y menudo se veía más frágil, y a pesar de que apenas pasaba los cuarenta años de edad, ya tenía el pelo completamente blanco y arrugas surcándole el rostro. Verla tan desmejorada físicamente me partía el alma, pero como seguía siendo una de las personas más adorables que conocía, la balanza quedaba equilibrada.

―¿Qué tal el trabajo de mi nuevo herrero favorito?― preguntó mientras se sentaba en el banco bajo el techo.

―Estoy haciendo un cuchillo para Evar, así que por fin estoy haciendo algo entretenido― contesté sentándome a su lado.

―El precio de la prosperidad― sonrió Winne, dándome unas palmaditas en la rodilla. Se llevó la mano al interior de su capa para buscar algo, y me dio un papel sellado con cera―. Toma, llegó para ti esta mañana.

―¿Para mí?― repetí, tomado por sorpresa.

Winne se levantó para darme privacidad para leer la carta que había recibido, dejándome levemente aturdido. ¿Quién podía escribirme una carta a mí, alguien que nunca había estado a más de cinco kilómetros de su casa? Rompí el sello lentamente, obligándome a ser cuidadoso ya que no quería destrozar por bruto mi primera carta. Desplegué el papel, y noté una caligrafía ordinaria pero efectiva.

Pequeño Martillo:

No confío del todo en el mensajero que estoy mandando, así que he tomado ciertas precauciones para asegurarme de que leas esto. Si te llegan cinco copias de esta misma carta, entonces tendré que pedirles disculpas a estos muchachitos que usa la compañía.

Hemos viajado mucho durante este último tiempo, pero ahora parece que encontramos el punto donde todo está sucediendo. No puedo darte muchos detalles sobre la guerra en sí, ya que si nuestros enemigos interceptan esta carta podrían tener información valiosa, pero lo que sí puedo contarte es que las cosas se están moviendo muchísimo. Llevamos cinco escaramuzas en tres días, una más intensa que la otra, y justo anoche realizamos un golpe a la caravana de avituallamiento enemigo, un ataque magistral bajo el abrigo de la oscuridad. No voy a mentirte, me encantaría estar allí en el norte con mis seres queridos, pero por lo menos aquí me estoy entreteniendo.

Allá en el norte. Eso significaba que la carta provenía del sur, donde la guerra era cruda. Necesitaba saber si Thales estaba luchando por Luxenarh o por Anfelarh, quería saberlo todo. Lamentablemente la única manera de hacerlo era bastante limitada, así que seguí leyendo.

Nos queda un largo tiempo aquí estacionados, el contrato que aceptó mi capitán es bastante extenso, así que lamentablemente no podré ir a visitarlos en el corto plazo. Prometo que cuando regrese te evaluaré, y espero que me sorprendas, pequeño Martillo. Me decepcionaría mucho enterarme que abandonaste tus entrenamientos solo porque no me tenías a tu lado regañándote. Sinceramente espero que ahora blandas la espada con más elegancia, y no como si fuera un maldito cuchillo de carnicero. Todavía mantengo altas esperanzas puestas en ti, mocoso, no me desilusiones. Cuida de mi hermana y de mi madre, pronto volveré a escribirles para contarles cómo sigue todo aquí en el salvaje sur.

Un saludo a la distancia, Thales.

Leí la carta varias veces más para memorizarla, y luego la guardé en un cajón de la mesa de trabajo de la herrería. Como el horno estaba apagado, terminé de pulir el cuchillo para Evar, guardé mis herramientas, y salí disparado hacia las calles. La forja podía esperar, era hora de hablar seriamente con mi grupo de amigos. Era hora de intensificar los entrenamientos.

Stormbringers I: Los Colores de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora