Los mercenarios nos dieron tiempo para comer y beber algo fresco luego de nuestros ejercicios. A pesar de que no había restricciones explícitas, no parecían muy dispuestos a unificar a los reclutas en un solo grupo, por lo que me senté a la sombra de un árbol, apoyé mi espalda sobre el tronco, comí mi cuenco lleno de carne y verduras bien condimentadas, y me eché una siestita. No quería admitirlo, pero estaba verdaderamente agotado. Al terminar las pruebas, el cansancio me había azotado con la fuerza de un látigo, convirtiendo mis piernas en dos troncos macizos. Suponía que lo que me había mantenido con tanta energías hasta aquel momento era el espíritu competitivo y la tenacidad, dos fuentes que se agotaron rápidamente una vez concluidas las pruebas. No eran irremplazables, a decir verdad, la comida y la pequeña siesta me vinieron de maravillas, y cuando volví a levantarme para recorrer el campamento mercenario hasta que me llamaran nuevamente, sentí que las energías habían vuelto a mi cuerpo.
―Al fin te encuentro, amigo― dijo una voz conocida a mis espaldas. No tenía que darme vuelta para saber que Jorin estaba allí, sonriendo ampliamente al verme―. Por un momento creí que habías muerto entre sueños.
―¿Tanto dormí?― me sorprendí.
―Tu amigo Milos quiso despertarte para almorzar contigo, pero no lo consiguió― comentó Jorin con diversión. Aproveché el momento para analizar sus gestos físicos al moverse y hablar. Si estaba tan cansado como yo antes de comer y dormir, lo estaba ocultando muy bien―. Ya están mandando a sus casas a los reclutas con menor valoración― dijo señalando a un pequeño grupo de muchachos cabizbajos que se iban por el camino que llevaba a Rosenar―. Si siguen así, pronto nos quedaremos solos.
―Esa era la idea, ¿no?― pregunté sonriendo, aunque el nerviosismo se apoderó de mí al saber que la toma de decisiones estaba tan próxima―. ¿Te han dicho algo?
―Me dijeron que me quede por aquí un rato más― dijo simplemente Jorin, mirando atentamente a los demás―. Tu hermana va a matarme, teníamos planes.
―No quiero saber las cosas que haces con mi hermana, Jorin― gruñí, fingiendo fastidio―. Si quisiera oír a un bobalicón romántico, iría a hablar con Urien.
Jorin giró y me miró con la cabeza ladeada, dándome a entender que era un idiota.
―Deberías hacer eso mientras pudieras, quizás pronto ya no tengas esa posibilidad.
Si bien parecía estar diciéndolo a modo de broma, detecté un dejo de tristeza en sus palabras. Para asegurarme lo miré detenidamente, confirmando mis sospechas al ver sus ojos alicaídos.
―¿A qué te refieres?― pregunté con intriga.
Jorin vaciló durante un instante, mirando a cualquier parte menos hacia mí. Le puse una mano en el brazo para inspirarle confianza, pero mi gesto fue tan torpe que pareció más un golpe autoritario que una caricia.
―No debería decírtelo yo...
―Pero ya comenzaste a hacerlo, así que sigue adelante, por favor.
―Urien y Zagan irán a tu casa esta noche― dijo con voz increíblemente carente de tono―. Se enteraron que hoy tendrías la prueba con los Cuervos, así que decidieron esperar a que regreses a tu casa.
―¿Para qué van a ir a mi casa? ¿Qué tiene de raro?
―Irán para despedirse de nosotros― contestó Jorin con melancolía.
Solté una risa grave que quedó fuera de contexto.
―Me alegra saber que tienen tanta confianza, Jorin― dije burlonamente, pasándole un brazo por detrás de los hombros―. ¿No crees que se están apresurando al organizarnos una fiesta de despedida? Ni siquiera sabemos cuándo se irán los mercenarios, y menos si nos llevarán con ellos como miembros.
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Stormbringers I: Los Colores de la Guerra
FantasíaUn hombre atrapado entre el pasado y el presente, atrapado en un mundo que cambia y avanza mientras espera que llegue lo único que necesita. La aventura de un niño que soñó con ser guerrero, y que tuvo la desgracia de ver su sueño cumplido en el mo...