Capitulo XLI

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14/15 de Mayo, Fuerte de la Primavera


Estacioné casi sin cuidado en el hospital y bajé corriendo del auto, olvidé incluso que Alice estaba conmigo, no me importó nada, corrí por los pasillos de emergencia hasta llegar a la recepción, mi madre estaba esperando –Xander.

-¿Dónde está?, ¿Cómo está?, Quiero verlo- Exclamé entre desesperados trabos de mi lengua –Está en quirófano, supe que tiene algunos huesos rotos, no sé cuáles, pero se ha dado un buen golpe- ¡Demonios!, ¿Huesos rotos?, ¿Qué tan grave estaba?, esto era mi fregada culpa, me maldecía internamente con cada palabra que soltaba mi madre acerca del estado de Guel, quedé sin nada que decir, solamente llevé mis manos a mi cabello, aferrándome a este, me alejé de mi madre y aunque hizo el intento de acercarse, levanté mi mano para que se alejase, por fortuna y por ser mi madre, esta comprendió que debía hacerlo, al poco tiempo Alice llegó con apresure -¡Xander!- Exclamó al verme recostado de una pared que daba hacia el jardín del hospital donde me encontraba fumando -¿Qué quieres Lynn?

-He avisado a mis padres lo de Guel, ellos vendrán por mí, al menos sigue con vida- Sentía sus palabras insensibles, me molestaba que fuese optimista en momentos donde no había espacio para serlo, solté el humo y guardé silencio, ella se acercó a mí, levantando su cabeza para poder mirarme, pues fácilmente yo era una cabeza más alto que ella –Xander...-Susurró suave y calmada, su voz me hizo sentir paz, esa que tanto necesitaba, ni el cigarro podía calmar tanto la ansiedad que tenía así como ella lo hizo, fregada droga adictiva de la voz de esta chica, solté un bufido y arrojé al suelo mi cigarrillo, podría jurar que eran ya las 11:30pm, el hospital era silencioso y los blancos pasillos eran capaces de helarle la sangre a quien fuese –Vamos a la cafetería Lynn- Quizás comer algo ayudaría a mantener la cordura dentro de este infinito lugar deprimente.

La cafetería era un lugar desolado, solamente habían dos enfermeras que atendían y un chico que se encontraba comprando algo, me acerqué con Lynn para hacer un pedido -¿Qué se te antoja?- Pregunté observando a la despeinada –No, no te preocupes- Odiaba que siempre que quería invitarla a comer, decía que no era necesario -¡Demonios Lynn!, no has comido nada- La enfermera que atendía se acercó a preguntar que pediría –Deme dos pasteles de mora con chocolate blanco, unos enrollados de jamón y dos bebidas frutales- La enfermera asintió y Alice me miró apenada –Es mucha comida.

-Es suficiente Lynn, guarda silencio, no tengo mente para tus quejas, mi mejor amigo está en quirófano y tú solo te quejas, te quejas y te quejas- La chica rodó sus ojos e hizo una mueca con la comisura de su labio derecho, en ese momento la otra enfermera que atendía entregó al chico su pedido, un montón de dulces realmente, dirigí mi mirada hacia el comprador, y era el chico con quién había tropezado en el parque, el hizo el mismo gesto -¿Eres el del parque?- Preguntó al mirarme, asentí y solté un suspiro, Alice miró al chico y luego a mí -¿Quién es?- Preguntó, ni si quiera en la situación más tenue esta chica dejaba de ser entrometida –Alguien con quien he tropezado Lynn- Contesté frío, trataba de hacer entender con el tono de mi voz, que su pregunta era inapropiada –Oh...- Dirigió su mirada al chico –Qué peculiares son tus ojos- Exclamó al mirar los amarillos ojos del chico –Soy Alice- Se acercó y extendió su mano hacia este, el chico miró hacia todos lados, se veía muy nervioso, entre trabos contestó su nombre –Soy Aedan... Aedan James- La entrometida sonrió –Lynn... Mi apellido es Lynn- Agitó la mano del chico muchas veces, en ese momento la enfermera trajo mi pedido -¿Comerás aquí Lynn, nos vamos?- Pregunté –Uh...- Hizo una mueca pensativa, según lo que sabía de Alice, es que era demasiado indecisa, así que caminé hasta una mesa y coloqué las viandas de comida, haciéndole una seña de que tomase asiento -¿Nos acompañas o estás ocupado?- Preguntó a aquel desconocido de ojos de diablo –¿No se molesta tu novio?- Me señaló, a Alice se le enrojecieron las mejillas, abriendo tanto sus ojos caobas, contestó entre trabos –No... No es...

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