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Por mensajes quedamos de juntarnos a las dos y treinta. Ya eran las dos con cuarenta y Chae no aparecía por ningún lado. Tenía miedo de ser molesta, pero de todas formas le envié un mensaje preguntando si estaba todo bien. Compré las entradas al cine por si acaso. Pasaron quince minutos más y no obtuve respuesta. ¿Sería posible que Chae me dejara plantada en nuestra primera cita? Pensaba que no, pero el tiempo siguió pasando. Tres con treinta y decidí que una hora de atraso era suficiente, de todas maneras, ya nos habíamos perdido la película. No estaba molesta, estaba preocupada, Chae no sería capaz de dejarme sola esperando a menos que fuera por algo importante, y probablemente me avisaría, por eso no entendía el por qué no tenía noticias de ella. Quizás a su hermano le había pasado algo o quizás le habían robado el teléfono.

Ya estaba en la parada de autobús, iba a volver a casa, cuando mi teléfono sonó, era una llamada de Chaeyoung.

—¿Hola? Chae, ¿estás bien?—contesté preocupada.

—¿Noona?—no era la voz de Chaeyoung—Acabo de llegar a casa y me encontré a mi hermana en el piso, su cara está hirviendo, creo que es fiebre, ¡no sé qué hacer!

—¿Jeonghoon?—reconocí la voz del chico—¡voy enseguida! Intenta recostarla en alguna cama, ponle una toalla húmeda en la frente, ¡voy en camino!—le di indicaciones al chico y luego corté la llamada.

Crucé la calle inmediatamente para tomar el bus que me dejara más cerca de casa de Chae. Cuando llegué, Jeonghoon estaba ansioso, esperándome en la puerta.

—Tenía el celular en su mano y justo estaba abierta la conversación contigo, por eso te llame a ti, lo siento Noona, lamento molestarte—me decía, mientras caminábamos hacia el cuarto de sus padres, donde había logrado acostar a Chae.

—No es una molestia, hiciste bien en llamarme—le dí unas palmaditas en la cabeza.

No era mucho menor que nosotras, pero en ese momento parecía un niño asustado.

Chae estaba recostada con los ojos cerrados, su cara estaba roja. Toqué sus mejillas, efectivamente estaban ardiendo, además estaba cubierta en un sudor frío.

—¿Tienes un termómetro?—pregunté a Jeonghoon.

—Voy por él—dijo, corriendo fuera de la habitación.

—¿Chae?—quité la toalla de su frente.

—Mina—respondió con los ojos cerrados.

—¿Estás despierta?—me sorprendí de que no estuviese dormida.

—Lo siento—abrió un poco los ojos, sus parpados parecían pesar—perdóname por dejarte plantada.

—Eso no importa, ¿cómo te sientes?

—Horrible, pero estaré bien, no te preocupes—habló en un hilo de voz—Debo haber pescado un resfriado.

Jeonghoon llegó con el termómetro. Tomamos su temperatura, era de 40.3°, con razón se había desmayado.

—Chae, tu temperatura es muy alta—le dije, ella hizo un puchero—Jeonghoon, por favor vuelve a mojar la toalla con agua fría.

Nuevamente el chico salió corriendo, con la toalla en mano.

—Todo me da vueltas—se quejó, llevando las manos a su cabeza.

—Si no logramos bajarte la fiebre, tendremos que llevarte al hospital...¿Tienes alguna medicina en casa que sirva para bajar la fiebre?

—En el cajón del baño de mis padres—cerró los ojos.

—Voy a buscarla.

Cuando volví, Jeonghoon le estaba poniendo la toalla húmeda en la frente.

Malentendido (Michaeng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora