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Las vacaciones terminaron, volvimos a clases, lamentablemente. El estrés había vuelto a estar en el aire, ya que pronto serían los exámenes finales.

—...entonces Dahyun pasó al pizarrón y mientras resolvía el ejercicio aún tenía pegado el papel en la espalda—contaba Chae, aguantando la risa.

—¿Y no se daba cuenta?

—No—explotó en risas, yo reí junto a ella.

—¡¿Desde la primera clase?!

—¡Si!—se agarraba el estómago por tanto reír.

La risa de mi linda novia era música para mis oídos. Estábamos almorzando en la azotea, de vez en cuando lo hacíamos para estar a solas. Cerró el recipiente en que traía su comida y se apoyó en mi hombro, yo ya había terminado de comer hace un rato. Cerré los ojos y nos quedamos así, disfrutando del silencio.

—A veces desearía que no fueras tan responsable y pudiéramos quedarnos aquí durante el resto de la tarde—acarició mi hombro con la punta de su nariz y yo besé su cabeza.

—Te prometo que algún día lo haremos, antes de que me vaya.

Hizo un puchero cuando mencioné que me iría.

—Mejor quedémonos para siempre—escondió su cara en mi cuello.

—Me haces cosquillas—me quejé por su respiración chocando con mi piel.

Comenzó a dejar varios suaves y cortos besos en mi cuello.

—¿Nos vamos a quedar aquí para siempre?—preguntó, rozando su nariz con mi piel, provocándome más cosquillas.

—¡No!—respondí, hundiendo mi cuello, para evitar que siguiera haciéndome cosquillas.

—Di que sí—comenzó a llenarme la cara de besos.

—¡No! —me mantuve firme, tomándola de los hombros para mantenerla alejada.

—¡Mina! —hizo un puchero mientras picaba mis costados con sus dedos.

Solté unas carcajadas más fuertes.

—¡No!

—¡Ya, ríndete!—exclamaba, con casi todo su tren inferior sobre mí, picando cada parte de mi cuerpo donde pudiera hacer cosquillas.

No pude aguantar más, ya me dolía el estómago de tanto reír.

—¡Bien, bien, tú ganas! ¡Quedémonos aquí para siempre!

Alzó ambos brazos en señal de victoria, con una enorme sonrisa.

—Me gustaría poner la cocina justo ahí—indicó con su dedo un lugar de la azotea—Y por aquí podríamos poner la jaula para la paloma mascota.

—Estás loquita, Chaeyoung.

—Por ti, sí—me miró, intentando mantenerse seria.

La miré de vuelta, intentando imitar su seriedad y cuando estábamos a punto de reír por mirarnos tan fijamente, le di un rápido beso en los labios, a lo cual ella respondió con otro, y así comenzamos un ir y venir de besos, hasta que nos cansamos y nos dimos uno más largo y profundo, como si fuese una tregua en nuestra guerra.

—Y pensar que la primera vez que te vi fue en esta azotea—comentó, envolviéndome con sus brazos.

—Sí, me estabas espiando.

—Te dije que fue una coincidencia, la gente no suele subir a la azotea a bailar.

—Esta azotea esta infravalorada—respondí, pensando en todas las veces que había subido y la había encontrado vacía.

Malentendido (Michaeng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora