6

4 3 0
                                    

Las cosas más raras resultan ser las más interesantes.

Lady.

El timbre de la última clase sonó y sin querer girarme a ver a nadie pasé por la puerta y me dirigí directo a la salida.

El fin de semana fue horrible, aparte que tuve que pasar todo el día en un mugroso hospital tuve que ayudar a un imbécil ignorante que no sabe nada del mundo que le rodea, a que no se muriera.

«Ni siquiera sé cómo se llama pero sé que tiene nombre de idiota».

Pero no voy a negar que es bastante atractivo, demasiado para estar enfermo. Cada vez que recuerdo esos ojos grises y ese cabello negro me hace pensar en todas las preguntas que me tragué por cortesía.

«¿Qué tienes? ¿Qué haces en ese hospital? ¿Por qué tienes esa expresión tan apagada en tu bonito rostro?»

Pero claro, como soy yo y a mí no me gusta entrometerme en la vida de las personas para que no se entrometan en la mía, preferí callar. Pero cuando siguió el hilo de la conversación y descubrí que no sabía la historia de Romeo y Julieta creí que era el ser más ignorante del mundo.

Enserio, ¿quién en este mundo no sabe la historia de Romeo y Julieta? Podría incluso haberlo escuchado de dos ancianas o saber su trágico final siquiera, o su trama tan dramática, pero nada.

Allí despertó mi interés.

«¿Qué tan sumido estás en tu propio mundo como para que el resto no te dé importancia?», pensé

Hago parte de la minoría que está pendientes de sus gustos en vez de estar pendiente del gusto de la mayoría”

Debía admitir que supo callarme, me gustaba la forma en la que pensaba, era tan... atrayente, con una mente menos cuadrada y superficial como las que me rodeaban todos los días.

Me cayó bien, aunque sigue pareciéndome un ser de lo más extraño.

Me quedé en la entrada del colegio a esperar a Sol, o cualquier colega de mi madre que haya convencido de venirme a buscar.

Sus reglas eran claras; del hospital al colegio, del colegio al hospital, y luego a casa, en sus días libres iré a casa con ella y ella me traerá al colegio. “Sin excepciones hasta que me comportes”, fueron sus exactas palabras.

Puse los ojos en blanco al recordar la estupidez que dijo. Si supiera porqué hice lo que hice, en vez de castigarme con su presencia, me estaría llevando rumbo a un psiquiátrico.

Sentí una presencia tras mi espalda, quería girarme y ver quién era, pero unos brazos me rodearon y una voz horriblemente seductora susurró en mi oído.

—No sé cómo estás más buena, si de espaldas o de frente —dijo la voz de Dylan, intentando recorrerme con su mano y me safé de su agarre.

—No sé cómo eres más asqueroso, siendo un pervertido o creyendo que se te ve bien —solté con una mueca de asco.

—Eso no es lo que dices cuando estás conmigo y jamás te he escuchado quejarte.

Enarqué una ceja, apreciando cada día lo ridículo que se vuelve Dylan.

—¿Quieres que te baje la autoestima al recordarte que tengo que intoxicarme para poder acostarme contigo porque me da asco tu persona? —dije con toda la acidez del mundo, pero él no pareció afectado.

—Si tanto asco te doy, ¿por qué siempre vuelves?

Detestaba cuando la gente se hacía la creída. Creen que son importantes por el simple hecho de existir cuando en realidad es que para el universo somos completamente irrelevantes.

RemembranzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora