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Un lugar distinto no cae mal de vez en cuando.

Lady.

Me encontraba en el ascensor del hospital impaciente por llegar al último piso.

Ya había pasado una semana de lo que pasó en casa con los chicos y decidí hacer como si ese momento nunca existió. No quise hacer drama y decirle todo a Evangeline, borré la memoria de las camaras de seguridad y nadie denunció nada por el disparo, asi que el tema quedó zanjado.

Quería esperar una semana a qué las heridas se me curaran un poco ya que eran muy llamativas y todo el mundo iba cuestionar, solo llegué herida y golpeada una vez a la casa y fue cuando me caí de la moto, de resto no más.

Me ví en el espejo del elevador y solo tenía el labio en una pequeña línea roja y el ojo menos hinchado que la otra vez. Arreglé un poco mi cabello para que los mechones taparan un poco el desastre de mi rostro y me puse los lentes. Cuando el elevador anunció que llegué al piso salí casi corriendo y me fui directo a la puerta de Ester.

Al entrar ví un par de cuerpos tumbados en la cama. Esme saltó de ella y vino corriendo a mis brazos a los que yo las recibí con gusto.

Ester también se levantó y se acercó a mí, le dí un casto beso en los labios ocultando la mueca que hice por el roce y oculte mi rostro en el pequeño cuello de Esme, disimulando un abrazo.

-¡Tenías tiempo que no venías! -me reclamó Esme, separándose un poco. Y en movimiento rápido me quitó los lentes viendo mi rostro y haciendo del suyo una expresión de susto-. ¡¿Qué te pasó?!

Al soltar ese grito, Ester procedió a mirarme el rostro y el suyo se ensombreció, juntó tanto las cejas que casi parecían que iban a rozarse.

Le dí una sonrisa a Esme quitándole los lentes, ignorando por completo al pelinegro.

-Nada, me caí de las escaleras de mi casa -dije acariciando su cabello y poniéndomelos de nuevo.

-¡¿Enserio?! Deberías ver por dónde caminas. No eres la Cenicienta que es la única que pude correr por las escaleras y no caerse. ¡Incluso, perder un zapato! Y aún así no se cayó. ¿Verdad, Ester?

Sentí la mirada de Ester en mi rostro, pero no me atreví a devolverle la mirada. Sabía que se estaba conteniendo a no decirme nada por Esme, pero sé que en cualquier momento empezará con sus preguntas.

-Sí, Esme -contestó con voz dura.

-¡Ya sé! ¡Vamos a ver la Cenicienta! ¡Quiero ver a los ratones cantar! ¿Quieres verla conmigo, Lady?

Asentí y la bajé para que pusiera la película en la computadora y Ester aprovechó para guiarme al otro lado de la habitación, quitarme los lentes de nuevo y estudiar mi rostro, pero no como siempre lo hacía. La forma en la que veía mis heridas era entre preocupado y molesto. Muy molesto.

Yo lo miré serena, sabía que él no me iba a preguntar nada así que tendría que ser yo la que le tendría que dar una explicación.

-Me caí de una escalera -dije con voz pasiva para que me creyera.

-¿Y tu crees que soy idiota para creerme eso? -soltó y me sorprendí por el tono en que lo dijo.

RemembranzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora