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“Recordar es fácil para quien tiene memoria, olvidar es difícil quien tiene corazón”

~Gabriel Gracia Marques.

Ester.

Me sentía adormecido, pesado, como si sobre mí hubiera una fuerza externa que me impedía moverme o si quiera respirar. También sentía un agudo dolor de cabeza, me latía una parte de ella y aquel latido era casi insoportable.

Intenté abrir mis ojos y solo pude ver la luz de una lámpara que me cegó por completo, aumentando mi dolor de cabeza, los volví a cerrar inmediatamente. El dolor estaba comenzando a molestarme.

Cuando volví a abrir los ojos ví enfrente de mí unas personas con sonrisas aliviadas en sus rostros, mirándome con precaución. Me encontraba en una habitación extraña y sentí en mi rostro alguna especie de cable que llevaba oxígeno por mi nariz.

¿Dónde estoy?

—¿Ester? —logré escuchar—. Mi amor, estás bien. Gracias al cielo que estás bien —decía, pero no pude distinguir muy bien por lo borrosa que estaba mi vista.

Era la voz de una mujer, estaba algo congestionada ya que no se le entendía mucho al hablar. Sentí caricias en mi rostro.

—¿Cómo salió la cirugía, doctora? —escuché que preguntaron.

—Muy bien —respondió—. Logramos extirpar el tumor, aunque he de decir que no fue nada fácil. Se nos complicaron algunas cosas, pero todo salió bien. Ester ya está libre de toda enfermedad, solo tendrá que quedarse aquí un par de semanas para que termine de sanar la cicatriz y ver sus avances si no hay daños colaterales.

—Estoy muy feliz de que todo haya pasado —dijo la mujer a mi lado.

—Igual yo.

—¡Espera a que le digamos a Lady la buena noticia!

—Por cierto, ¿no han sabido nada de ella? —preguntó la voz de la doctora.

—Desde ayer no contesta su celular, la muy pobre debe estar sufriendo.

—Sí, ya me encargaré yo de decirle a Lady todo.

Todos gesticulaban y hablaban de Lady y de lo bien que salió la cirugía, mientras yo estaba perdido, no entendía ni una palabra de lo que decían.

Cuando mi visión se aclaró y pude ver los rostros de las personas que estaban en aquella habitación, me incorporé en la cama con los codos y les dediqué una expresión de confusión que me era imposible disimular.

—Ester, cariño, ¿no piensas decir nada? —dijo la mujer a mi lado.

Y por más que intenté hacerlo, no pude reconocerla.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Y quién es Lady?

RemembranzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora