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Al uno estar tan mal tanto tiempo estar bien era... simplemente, extraño.

Lady.

Maldita alegría que no se me quita con nada.

La tengo desde hace dos días porque he hablado más seguido con el imbécil de Ester.

«Otro idiota, por cierto».

¿Es que no puedo tener mi aura de amargura múltiple como siempre? Siento que estoy en una nube de algodón desde que lo conozco y no me gusta.

Qué asco, soné tan cursi.

Arrugue el entrecejo a la pizarra donde el profesor Wilberth hacía unas fórmulas. Estaba tan ida. Ya había terminado eso antes de que él terminara de copiar, era demasiado simple y aburrido estar en estás clases.

Mí mente viajó a unos ojos grises claros y una sonrisa de lado. En estos dos días he estado más conciente de mi existencia que en seis años. Era tan distinto sentirme tan bien con él con solo dos semanas de haberlo conocido.

Quería alejarme, necesitaba alejarme. No quería llegar a sentir más que una atracción o interés por él. No quería que eso se convirtiera en algo más... intenso que esto. Aunque ya es bastante difícil no apartar la mirada cuando me mira fijamente.

Se me era inevitable alejarme o ser tosca, lo intenté cuando me encontró en la morgue, y aún así no pude resistirme a esos ojos grises del demonio. Es como si mirase a través de mí y supiera qué hacer para convencerme.

«Maldito idiota».

En otra parte, Evangeline me esta dejando dormir en casa con la condición de que vaya al hospital cuando termine el colegio. Y voy, no por ella, sino por cierto chico que iba a terminar por volverme loca.

Las cosas con Evangeline van de mal en peor, desde que supo que sigo teniendo pesadillas a querido que me tomara unas pastillas y por supuesto que me negué, pero como se me olvida que tenemos el mismo carácter no lo dejó estar. Hemos pelado varias veces hasta que me convenció de dormir en la misma habitación que ella. Y no sé si es que me vela el sueño pero cuando despierto por las pesadillas a la misma hora ella está allí con una inyección para que vuelva a dormí.

Y si no es ella es Sol. Otra traidora también.

—Lady —al escuchar mi nombre el hilo de mis pensamientos se cortó y ví quién estaba llamándome—. ¿Estás confundida con algo?

Era el profesor Wilberth, que me miraba como si fuera la fuente de todos sus problemas. Ya sabía a qué venía la pregunta. Giré los ojos, no puedo creer que haya profesores tan inmaduros hoy en día.

—No, de hecho, realicé los ejercicios antes de que usted terminara de copiar en la pizarra —le dije con una ceja en lo alto dándole a entender que su actitud hacía mí no causaba nada.

Me miró con escepticismo y se recostó en la silla señalando la pizarra.

—Bien, quiero ver qué los resuelvas.

¿Enserio? Tantos años de ser mi profesor y todavía no entiende que nunca va a poder conmigo.

Lo miré con aburrimiento y me acerqué a la pizarra, cogí el marcador y realicé los ejercicios sin mirar mi cuaderno y los terminé más rápido de lo que pretendía.

Los de la clase quedaron con la boca colgando y yo le entregué el marcador a Will que también quedó descolocado, fuí a mi pupitre, agarré mi mochila y me dirigí a la puerta.

—Todavía no ha terminado la clase —dijo, tratando de sonar autoritario.

—Para mí sí —alegué y sin mirarlo, salí de por la puerta.

RemembranzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora