Remembranza

16

No te aferras al pasado, pero no dejas de recordarlo, ¿no es eso irónico?

Ester.

Escribía rápido en el teclado de mi laptop con el ceño fruncido por la concentración. Tratando de terminar el informe que me mandó mi profesor de la universidad como la última nota de este semestre. Pero, para serles sincero, no entiendo nada.

Terminé el informe de trece hojas y todo lo demás, he estado haciendo esto desde hace una semana, investigación tras investigación y aún no logro entender cómo no sé sacar una absurda conclusión.

Borré el párrafo, soltando un gruñido, que había escrito hace un momento, y me quedé mirando fijo a la pantalla, maquinado en mi cerebro qué fue lo que me había dicho Lady sobre este resumen.

A pesar de que soy un buen estudiante no soy muy aplicado, puedo tener el mejor promedio de una materia en específica y ni siquiera me voy a acordar del por qué de esas notas. Solo me interesa terminar y ya, que se quede en mi cerebro es lo de menos.

No entiendo cómo Lady es capaz de guardar todo esto en su memoria desde el séptimo grado, yo ni siquiera recuerdo cuántos años tenía en ese entonces. Ya suponía que era superdotada, pero lo que no sabía era que tenía memoria fotográfica que recuerda hasta los temas de la clase que vió en séptimo grado. Ser inteligente está bien, tener ese tipo de memoria ya es avaricia.

Pero no me quejo, me ayudó con toda esta porquería de la percepción visual, pero olvidé lo que dijo... Bueno, no lo olvidé, no entendí lo que dijo y por ello no sé qué poner y no sé resumir porque para mí todo es importante.

Solté una exhalación. Maldita sea con todos los objetivos visuales que debe tener una persona para poder dedicarse al arte o fotografía profesionalmente. ¿Tanta mierda para saber tomar una foto? ¿En serio?

—¿Necesitas ayuda? —preguntó una voz que reconocí a la perfección.

La sentí acercarse pero seguía frunciéndole el ceño a la pantalla, mirándola como si fuera la fuente de todos mi problemas.

—Odio la universidad —le dije a modo de respuesta.

La escuché reírse por la bajo y me atreví a mirarla. Tenía una camisa de tela de leñador con cuadros rojos de líneas de negras y unos pantalones negros con una cadenita colgando de los bolsillos. Tenía su mochila en el hombro mientras me miraba con diversión y yo me recosté en la cabecera de la cama con los brazos cruzados.

Me dí cuenta de que era demasiado temprano y ví la hora. Son las ocho y media, ¿ella no tenía clases a esta hora?

—¿Qué haces aquí tan temprano? —le pregunté.

Ella se acercó a la bandeja con mi desayuno que Sol siempre me trae a las siete en punto de la mañana y robó una fruta.

—El profesor canceló la primera clase y vine a verte antes de irme a seguir con el resto —comentó sentándose a mi lado en la cama comiendo mi fruta—. Ah, y te traje algo.

Sacó unos papeles de su mochila y lo dejó encima de la mesita de noche que tenía ella al lado. La miré con curiosidad.

—¿Qué es?

—Algo para que me recuerdes —comentó encogiéndose de hombros robándome otra fruta.

—Aceptar algo que me haga recordarte sería admitir que te puedo olvidar —recordé. Ella al saber de qué estaba hablando levantó la cejas en sorpresa.

—Eso es de Romeo y Julieta —dijo señalándome con media fresa mordida.

Yo asentí inclinándome para terminar de comer la fresa con la que me estaba señalando. Cuando me incorporé, ví que tenía una mirada difícil de interpretar.