No hace falta palabras cuando una mirada lo dice todo.
Ester.
—Listo —anunció Sol sacando la aguja de mi piel y poniendo una gasa en el lugar donde estaba para que la pequeña abertura no coja una infección. Porque mi enfermedad también hace que coja infecciones fácilmente.
Maldita enfermedad.
La doctora Evangeline hizo unas anotaciones de no sé qué, realmente no la escuchaba, estaba tan sumido en mi cabeza que no reaccioné hasta que ella chasqueó los dedos enfrente de mi cara.
—¿Estás bien, Ester? —preguntó con su ceño fruncido—. Puedes hablar conmigo de cualquier inquietud que tengas.
«Si supiera que lo que me inquieta es su hija, que se enteró de la gravedad del asunto y me trató como a alguien que estorba en su existencia».
Reprimía las ganas de poner los ojos en blanco con todas mis fuerzas al pensar aquello y solo pude apretar los labios y negar con la cabeza.
La doctora no pareció muy convencida y tuvo que venir Sol a recordarme el motivo de mi amargura.
—Esta así porque Lady se enteró que el medicamento no estaba funcionando y se enfadó por ello. Ya sabes como es —alegó Sol mientras anotaba algunas cosas.
La miré con mala cara sin que ella lo notara, y quise reprocharle por ello pero no quería que viera cuánto me afectaba que Lady estuviera molesta conmigo. Jamás admitiría en voz alta que sentí una pequeña opresión en el pecho cuando la ví irse sin saber si volvería.
Ni siquiera sé porqué estoy frustrado, ya estoy acostumbrado a esto, a que la gente huya, a que las personas que no son de mi entorno se larguén cuando descubren lo jodido que estoy. Es normal en la vida de un enfermo como yo.
Y, aún así, acumulé esperanzas con Lady porque de verdad confié en que la visión que tenía de ella. Porque creía que de verdad ella no sé iría como lo han echo los demás, pero me equivoqué. Siempre me equivocaba.
—¿Lady? No tienes que preocuparte por ella —alegó un poco irritada—. No tienes que darle explicaciones, de nada que no quieras que se entere.
—¿Subestimás la inteligencia de tu hija? Ella misma analizó y supuso todo lo que pasaba en el momento en que escuchó la palabra transfusión sanguínea y yo solo se lo confirmé —comentó Sol con orgullo—. Esa niña tiene la inteligencia de Albeiro, eso es seguro.
No pasé por alto el echo de que la doctora se tensó un poco pero lo disimuló con una sonrisa forzada. Me pareció extraño que forzara una sonrisa, la que hacía eso era Sol para dar aliento, pero la doctora Evangeline sonreía poco o no sonreía. Arrugué mi entrecejo.
—Bueno aún así, ella no debe meterse en asuntos de los demás, y mucho menos tiene derecho de enojarse por algo que no es de su incumbencia —defendió casi en reclamo y me regaló una mirada más suave—. ¿Quieres que hablé con ella para que no te moleste?
No sé porqué tenía ese tono despectivo cuando hablaba de Lady, cuando habló con mi padre tenía un tono falso de orgullo y solo lo hizo por prudencia, pero ahora solo hablaba de ella como si de una molestia se tratase. Y eso me molestó.
—No —contesté con firmeza pero sin tanta brusquedad para que no notarán mi enfado—. ¿Puedo irme?
La doctora asintió, no sin antes darme las pastillas que tengo que tomar antes de acostarme.
Eran más allá de las ocho y estaba cansado, por lo general siempre estaba cansado físicamente, pero tengo un agotamiento mental que solo se me puede quitar con mi cama y una almohada. Demasiadas emociones, demasiados malos ratos y demasiados sube y baja durante el día. Quiero dormir y ver qué hacer con miseria de vida mañana.
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Remembranza
Roman pour AdolescentsEra una vana esperanza la mía al pensar que todo lo bueno algún día iba a ser eterno. Era obvio que tenía que terminar. ¿Pero, por qué así? Habías sufrido tanto, no te dejabas querer por miedo a que un día desapareciera y terminaste desapareciendo t...