La conciencia es el peor de los verdugos.
Lady.
Un día cualquiera, estaba saliendo de la habitación de Ester, eran más de las diez y, aunque no quería irme, Evangeline me corrió del cuarto con la excusa de que Ester tenía que descansar.
A pesar de que Ester no refutó a nada a lo que le decía la doctora, ví que tampoco quería que yo me fuera, pero no podía decir nada. Y la verdad es que también me moría de sueño, las pesadillas no cesan y se están volviendo más insoportables hasta el punto de dejar de dormir. Duermo que si una hora o dos. Y ya sé lo que pasa cuando las pesadillas se tornan así
Solté una exhalación cansada y salí del elevador. Antes de abrir la puerta de salida escuché unos reclamos de una voz que conocía. Arrugué el entrecejo y me acerqué al pasillo.
Al parecer no era la única chismosa que había querido saber de dónde eran esas exclamaciones ya que los pocos pacientes que quedaban y los enfermeros y camilleros que había por allí también, se estaban mirando extrañados.
Ví un cuerpo recostado en la pared al lado de la habitación donde provenían los gritos y lo que me sorprendió fue ver el cabello rubio platinado que reconocí al instante.
—¿Dylan?
El susodicho me miró extrañado por un momento y luego suavizó el gesto para poder apresurarse hacía mí, cogerme por el brazo y jalarme a las afueras del hospital.
Caminaba muy rápido y tuve que dar pequeños saltos para poder seguirle el paso. Me estaba lastimando el brazo y no podía safarme porque se movía con mucha agilidad.
Cuando estuvimos afuera me safé de un tirón y lo fulminé con la mirada.
—¡¿Qué te pasa imbécil?! Me estabas lastimando el...
—Diddy tuvo una sobredosis —soltó de golpe dejándome en mi lugar.
Mi cerebro se reinició para poder absorber lo que dijo. Abrí la boca para poder decir algo, pero no lograba salir por completo del choque de sus palabras.
—¿Qué...? —fue lo poco que logré articular.
Lo miraba estupefacta, con los ojos abiertos por la impresión y rígida por el pasmo. Su rostro destilaba cansancio y preocupación, estaba despeinado como si se pasara las manos constantemente por el pelo y eso es un gesto de desespero.
—Había estado todo el día en la habitación. Creí que no quería salir por toda esta mierda de Connor y lo de la mercancía y lo dejé estar, no le dí mucha importancia. Cuando nuestros padres llegaron, entraron a su habitación y la encontraron... —apretó los labios y supe que la imagen se estaba reproduciendo en su cerebro. Apretó los puños a sus lados y cerró los ojos por un momento—. Solo sé que si ella hubiese muerto no podría con la culpa.
Solté una exhalación entrecortada y mascullé una maldición por lo bajo. Carajo, esto no ahora, por favor.
—¿Ella...? —intenté encontrar las palabras—. ¿Intentó suicidarse?
Dylan tragó con fuerza y pude notar que le temblaban manos.
—No lo creo, ella es cobarde en ese sentido —alegó—. Tiene todo el criterio moral y elitíco del suicida, pero no el coraje suficiente para pegarse un tiro —soltó con más dificultad—. Ella... estaba mal. No pude notar lo mal que estaba hasta ahora. Todo esto; las drogas, las fiestas, el alcohol lo usaba como sedante para evitar ahogarse. Fuí yo quién le dió ese indicio y no pude darme cuenta que eso le hacía mal. Soy una porquería.
Su voz temblaba y supe que estaba al borde del llanto, pero no podía consolarlo, al contrario, mi lado venenoso salió a relucir.
—Por supuesto que eres una porquería —solté con toda la acidez del mundo—. Dejabas que tu hermana se drogara cada vez que quisiera y ni siquiera te paraste a preguntarle porqué. Eras un maldito desconsciderado con tu hermana, Dylan, ¿qué esperabas que iba a pasar después? ¿Que iba a dejar eso de la nada y ya, fin del problema? Las personas que consumen eso a diario terminan por convertirse en adictas a toda esa mierda. Pensé que lo sabías.
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Remembranza
Teen FictionEra una vana esperanza la mía al pensar que todo lo bueno algún día iba a ser eterno. Era obvio que tenía que terminar. ¿Pero, por qué así? Habías sufrido tanto, no te dejabas querer por miedo a que un día desapareciera y terminaste desapareciendo t...