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Se siente bien estar con alguien que no está atascado en tu rutina.

Ester.

He está toda la mañana ansioso.

No podía concentrarme en nada, ni cuando la doctora me hizo unas preguntas, ni cuando Sol me estaba acompañando. Ni siquiera cuando había llegado mi mamá y mi hermana. No sé qué demonios me pasaba.

Bueno sí sabía, pero era una idea tan estúpida que la descarté de mi cerebro.

Estaba en mi habitación, con las piernas colgando de los bordes de la cama, mi pierna izquierda no dejaba de moverse de arriba a abajo contra el suelo y la maldita gota de la intravenosa ya me estaba poniendo de los nervios.

Miré la hora. 1:34pm. Ella dijo que vendría después de clases, ¿no? Entonces ¿cuánto duran sus clases? ¿Y porqué estaba tan nervioso? Carajo, no entiendo.

Me pasé la mano por la cara, en un gesto de frustración, estaba cansado, como era de costumbre. Creo que las medicación me vuelve más cansado, siempre quiero dormir y cuando lo hago me despierto más cansado aún. Qué irónico.

Escuché algo que cayó al suelo y ví a mi hermana a punto de llorar y a mi madre regañándola, miré al suelo y ví uno de mis marcos de fotos roto. Relajé el rostro al ver el de mi hermana cubierto de lágrimas y gimoteando cabizbaja.

Ella era muy gritona y agitada siempre, pero cuando lloraba perdía la voz. Ni siquiera sollozaba en lo alto o gritaba cosas. Lloraba en silencio y siempre me veía en la obligación de quitar esa expresión triste que a veces le cruzaba.

—Esme —la llamé, ella levantó la cabeza y se me apretó el pecho al ver sus ojos grandes y grises cristalizados por las lágrimas—. Ven aquí.

Ella se acercó afligida, y la levanté con el brazo que no tenía conectado, sentándola en mi regazo. Ocultó la cara en mi cuello y sus lágrimas empaparon mi camisa mientras le acariciaba la cabeza.

—Ester, no puedes estar mimándola cada vez que se pone a llorar ¿sabes cuánto te costó conseguir ese marco? —me reprochó mi madre.

—Mamá, no importa, puedo comprarme otro.

—¿Otro? Te costó un dineral, Ester. Y ¿vas a volver a Ámsterdam a cómprate un marco? ¿Con lo inconforme que eres al viajar? —dijo mirándome con incredulidad.

Suspiré, mirando a otro lado. 1:36pm. Se me está haciendo una eternidad esto de esperar. Y mi hermana seguía gimoteando en mi cuello. No tenía energía para esto.

—Es una niña, mamá, dudo que lo haya hecho al propósito.

—Tal vez no, pero siempre está rompiendo algo. Si la sigues mimando nunca va a aprender.

Puse los ojos en blanco y dejé que siguiera peleando sola por un rato. Esme seguía en mi cuello sin querer levantar la mirada, y yo seguía mirando la hora.

Tal vez no iba a venir por lo que dije ayer. Maldije a mi gran bocota por soltar cosas que no debía. Seguro le parecía un metiche y por eso no vendría, ¿No podía mantener mi boca cerrada? Yo siempre he sido callado y con ella no es que me haya comunicado de una manera tan extensa, pero hay cosas que no puedo evitar preguntar. Soy tan imbécil.

Sol entró cuando mi mamá estaba a medio discurso y tenía un carrito donde ponía los medicamentos para todos los pacientes. Me regaló una sonrisa que no pude corresponderle ya que sabía a qué venía su visita.

—Ester, ya es hora de la inyección —me informó.

Asentí e intenté bajar a mi hermana de mi regazo y ella me abrazo por el cuello, impidiendo que la suelte.

RemembranzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora