37

1 1 0
                                    

Las noticias importantes te hacen entrar en razón.

Ester.

Al bajar del auto de mi padre y él desearme suerte, nos acercamos a la entrada del hospital junto con mi madre.

Estaba feliz, pleno, lleno y nervioso. Mi semana fue increíble desde el día que estuve con Lady hasta los otros que estuve con mi familia. Tenía tanto tiempo que no me sentía así de feliz. Pero, no lo suficiente como para no ser conciente de mi realidad.

Hoy es el día que me dirán si superé el cáncer. Admitiré que estoy nervioso, pero no lo demuestro. Me hago el difícil como si no me importara, pero si lo hace. Y no quiero hacerme ilusiones, ni coger esperanzas... pero quiero que por fin esto acabe.

Entramos al hospital y subimos en el ascensor a la oficina de la doctora. Para evitar pensar en cualquier cosa que sea referente a la consulta, miré el espejo que había en el ascensor y me sorprendió mi reflejo. Seguía pálido, pero no al exceso de parecer un muerto, las bolsas bajo mis ojos desaparecieron, ya no lucía cansado, ni agotado, ya no tenía una cánula como la primera vez que estuve aquí y me dije lo bien que me veía. Me veía... sano.

Y quise creerle a mi reflejo, pero de verdad quise creerle.

Mi madre a mi lado se estaba mordiendo las uñas del nerviosismo, con una mirada de verdadero susto en su rostro.

—Deja de hacer eso, mamá —le dije con suavidad quitándole la mano de la boca.

—Ester, no puedo con los nervios. He estado esperando esto desde que te diagnosticaron de nuevo, no puedo calmarme —soltó una exhalación entrecortada y empezó a reír—. Además, dejé a Esme con una niñera y tengo miedo por ella.

—¿Por Esme?

—No, por la niñera —aclaró y yo sonreí antes de salir del ascensor.

Al caminar por los pasillos todo se reprodujo en mi mente como una película vieja. Las veces que recorrí este mismo pasillo con Sol para ir a consulta, la vez que conocí a Cavalier por ser perseguido por enfermeras, las decenas de fotos que le he tomado al hospital. También las veces que recorría todo el edificio con Lady, la vez que la encontré en la morgue o esa vez en la silla de ruedas que me obligó a empujarla por todo el hospital.

Cuatro meses se fueron en un intervalo de tiempo muy corto. Tantas idas y venidas, situaciones graves y leves. Y heme aquí, entrando a la oficina de mi doctora, esa que me atendió muchas veces y que también a hablado conmigo y ha sido sincera. La madre de la chica que amo, está enfrente de mí, sentada en la silla de su escritorio apunto de decirme si por fin estoy desatado de esta enfermedad o nada funcionó y moriré en cualquier momento.

—Hola, Ester —me dijo Evangeline con una sonrisa afable.

—¿Cómo está? —le dije yo educadamente a modo de saludo.

Ella alzó las cejas en sorpresa y con una sonrisa más grande.

—Esta vez sí me saludaste —comentó.

Recordé la primera vez que nos presentaron, yo estaba completamente desinteresado en interactuar con cualquiera, pero hoy no. Tuve la mejor semana de mi vida después de tantos años, juntar eso con la angustia y las ganas de querer saber sobre mi estado. Es una mezcla que me hace cerciorarme sobre mi educación y la manera de dirigirme a las personas.

RemembranzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora