REMEMBRANZA.
Un mes después...
Ester.
Miraba por la ventana del auto que ya se estaba haciendo tarde y pronto sería el atardecer. El aire era fresco y tomé una bocana cerrando los ojos, disfrutando lo que sería mi última estadía en este país.
—¿Seguro que quieres ir a ese lugar, Ester? —preguntó mi padre robándose mi atención—. Recuerda que mañana regresamos a Inglaterra y no quiero que estés cansado todo el viaje.
—Necesito hacerlo —le contesté —. Quiero... despedirme de todo.
—De todos... ¿O de ella?
Me dió una mirada significativa que no le pude sostener y seguí mirando a la ventana. Ya habíamos llegado.
Ya había pasado un mes desde que supe lo de Lady, desde que veo sus videos todas las noches antes de dormir, desde pude sacar sus fotos y ponerlas en un álbum para poder apreciarlas cada que quisiera, desde que escucho cada una de las canciones para sentirla más cerca y no había tenido el valor de venir a despedirme de ella hasta hoy.
Ya le dieron el visto bueno a mis padres de que podía volver a Inglaterra, mis recuerdos siguen igual de perdidos, pero dicen que he sabido llevar la situación de una forma "positiva".
Sigo sin estar emocionado con la idea de irme, pero creo que es lo mejor en este caso.
El auto se detuvo y supe que habíamos llegado al sitio.
—Ester, hijo —me llamó mi padre—. No quiero que te sientas presionado con esto. No es obligatorio que te despidas de ella.
Le dí a mi padre la mejor sonrisa forzada que pude hacerle.
—Yo necesito despedirme de ella.
Él al parecer entendió a lo que me refería, porque solo frunció los labios y me dió un par de palmadas en el hombro.
Sin más, bajé del auto con mi bolso y me acerqué a la entrada que estaba llena de flores. Como se nota que tienen muy buen mantenimiento.
Miré hacia arriba, a ver el edificio que lo inició todo. Y pensar que me hubiese caído de él si no hubiese sido por cierta chica tan inoportuna.
Sonreí antes de a entrar en el hospital.
Las personas iban y venían por los pasillos, enfermeros, camilleros, doctores, pacientes. Fue casi como entrar a un mundo nuevo, a pesar de que me han dicho que pasé la mayor parte de mi vida en esto.
—Ester... —escuché que dijeron mi nombre.
Lo habían dicho en un murmullo casi inaudible, pero lo oí. Volteé a ver de quién se trataba y ví a una enfermera morena, de ojos grandes y cabello castaño mirándome fijamente, con asombro y confusión.
Estuve apunto de preguntar si ella era la que me había llamado, pero de repente llegó un doctor que la interceptó.
—Sol, necesito que vayas a la sala de partos, hubo unos problemas con la paciente del 2-16 —le estaba diciendo el doctor un poco acelerado.
—Pero... —intentó decir ella, algo dudosa sin dejar de mirarme.
—¿Qué esperas, Sol? ¡Ahora!
Y desapareció por el pasillo.
Me pareció extraña la situación, pero no me iba a quedar a descifrarla. Subí al elevador y toqué el botón del séptimo piso, apretaba la correa de mi bolso con fuerza y cuando el elevador abrió sus puertas salí de él y crucé el pasillo hasta llegar enfrente a la puerta.
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Remembranza
JugendliteraturEra una vana esperanza la mía al pensar que todo lo bueno algún día iba a ser eterno. Era obvio que tenía que terminar. ¿Pero, por qué así? Habías sufrido tanto, no te dejabas querer por miedo a que un día desapareciera y terminaste desapareciendo t...