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Ha sido la noche más intensa de mi vida. Literalmente.

Esto de besarme al chico que me atrae delante de todo mi grupo de amigos fue la idea más loca que tuve.

Y después de eso, la bebida y la música hizo de las suyas.

Y es que en efecto, después del juego, cada uno comenzó a dar rienda suelta a su propio concepto de diversión.

Y es así como Melanie y Valentina terminaron bailando sobre la mesa mientras Manuel y Agustín intentaban bajarlas.

Maxi se fue, no soportó ver a Valentina. Y aunque eso hizo sentir mal a mi mejor amiga, intenté hacer que piense en otra cosa.

Aunque no funcionó del todo.

Ruggero y Camila viven en su propio mundo de baile y besos y pues yo...

No les he quitado la mirada de encima.

Lo que digo, fue una noche intensa y absurdamente desconcertante.

—Señorita. —Federico se pone a mi lado.— ¿Necesita que la lleve a casa?

Niego sacudiendo la cabeza. No me quiero ir.

Masoquistamente, no quiero dejar de verlos.

Él sigue mi mirada. Se ríe.

—Señorita, le ayudé demasiado, no tire mis esfuerzos a la basura.

—¿A qué te refieres? —le miro por fin.

—Mire, es usted muy linda, y besarla fue un placer. Pero mis gustos no involucran a las chicas en su totalidad.

Sorprendida jadeo y llevo mi mano a mi boca.

¡¿Cómo no lo supuse?!

Él se ríe, golpeo su hombro.

Debí suponer que si alguien tan guapo no tenía novio era por algo...

Niego riéndome.

—¿Sabes qué? Si llévame a casa. —cedo.— Solo déjame ver si Valentina se quiere ir o no.

Asiente avisándome que me espera ahí y yo me pierdo de nuevo dentro del privado.

Me siento junto a mi amiga y le digo que ya me voy. Ella cede a irse conmigo.

Finalmente me despido del resto.

Y cuando llega el turno de Manuel, él me abraza con fuerza y besa mi frente.

—A las diez de la mañana en tu cafetería. —me cita. Asiento.— Y, tranquila. Dicen que quien mucho presume es porque algo le falta.

—No, ya no me quiero hacer falsas esperanzas. —susurro rendida.— Nos vemos.

Vuelve a besar mi frente. Le sonrío y me alejo con Valentina a mi lado.

Finalmente abandonamos el lugar, y mientras Federico conduce de regreso a casa, escucho a Valentina llorar por Maxi.

Y, diablos. Realmente intento estar para mí amiga.

Pero no puedo cuando siento que ni siquiera puedo estar para mí. Esto duele. La sensación es en serio dolorosa.

—Señoritas, déjenme decirles que lamento tanto su mala suerte en el amor. —musita Federico.— Pero son demasiado hermosas como para estancarse en un solo hombre.

—Como si fuera tan fácil, antes de volver a verle, yo estaba bien. —susurro.— Ignoraba mis sentimientos a diario, le recordaba todos los días e incluso iba a nuestro departamento. Pero estaba bien.

Almas Que Si Son Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora