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—Gracias por todo. —repito una última vez mientras él, apoyado en la puerta me sonríe.— Me alegra que este sea el comienzo de nuestra amistad sin tensiones de por medio.

—Fue genial, gracias a ti. Y respecto a las tensiones... Bueno, hay que intentarlo.

Eso me hace reír, me acerco besando su mejilla y le susurro que voy a extrañarle antes de alejarme.

Él besa mi frente, se despide de mi y finalmente se adentra al departamento mientras yo camino hacia el ascensor.

Hecho está.

Saciamos la curiosidad y deseo que sentíamos por el otro y un nuevo capítulo comienza para nuestra amistad.

Esta vez, sin deseos ocultos de por medio.

No miento cuando digo que fue la mejor noche y madrugada de sexo que he tenido en los últimos años. Porque Dios, lo fue.

Y la leve incomodidad que siento al caminar lo comprueba.

El hecho es que... Me encanta. Y no me arrepiento en lo absoluto.

Al contrario.

Presiono el botón del ascensor y cruzo mis brazos sobre mi pecho mientras espero que este suba. Y cuando se abre, siento mi garganta secarse.

Y mi sonrisa se desvanece por un momento mientras susurro;

—Hey, Ruggero.

Centro mi atención en él mientras sale del ascensor sin perderme de vista. De repente me siento avergonzada y mi pecho duele.

Pero lo disimulo muy bien mientras trago saliva y retrocedo un paso.

Sus ojos lucen cansados y sus ojeras me hacen saber que no ha dormido del todo bien. Relamo mis labios antes de evadir la mirada.

Maldigo cuando el ascensor se cierra.

—Genial. —susurro apretando de nuevo el botón.

—¿Podemos hablar?

Su ronca petición me hace suspirar.

¿Hablar? Yo no quiero hablar.

Y se lo hago saber pero en lugar de escucharme, tira de mi mano por el pasillo y entramos a un departamento.

—¿Qué hacemos aquí? ¿De quién es esto? ¿Quién vive aquí?

—Yo vivo aquí. —me hace saber.

Mi boca se abre ligeramente gracias a la impresión. Él sonríe.

Efectivamente, vive junto a Agustín y soy tan estúpida que ni siquiera lo noté.

Él frota su rostro con sus manos y suspira antes de caminar y sentarse en el sillón.

No sé por qué me tomo el tiempo de analizar todo con la mirada pero pronto caigo en cuenta de que la decoración es exactamente igual al departamento de Agustín.

Lo único que cambian son los colores. Pero sigue siendo casi igual.

Mi mirada cae en la mesa de la esquina. Relamo mis labios y sacudo la cabeza.

No es el momento para pensar en esas cosas.

—Yo... Anoche los escuché.

—Oh... —es todo lo que sale de mis labios.— ¿Tal delgadas son las paredes?

Se ríe, incrédulo. Relamo mis labios.

—No, ni siquiera lo intentes porque no tienes derecho de juzgar o tan siquiera pensar en lo que pasó porque no depende de ti. No te debo nada. —le aclaro por primera vez.— No te vayas por esos extremos.

Almas Que Si Son Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora