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Dos años después.

—¿Qué haces?

—Guardo los videos de la fiesta de Matteo. —musito cerrando el cajón.— Hola, mi amor. También te extrañé, ¿Cómo te fue?

—Perdón muñequita preciosa.

Envuelve sus brazos en mi cintura, me besa y sonrío acariciando su rostro.

Espero que sepa qué día es hoy.

Realmente espero que lo sepa. No creo que olvide nuestro segundo aniversario como casi olvida el primero.

—¿Y Matteo?

—Con Leonardo y Alejandra. Con esto de que ama estar con él bebé, no quiso venir conmigo en la tarde, cuando fuimos a visitar a tu sobrino. —explico acomodando su corbata.— ¿Por qué tan arreglado?

—Acabo de llegar del trabajo. —recuerda entre risas.

Hago un mohín y asiento mientras él besa mi frente.

—Te amo, preciosa.

—Te amo. —respondo soltando un suspiro.— Me voy a bañar.

—Okey, muñeca. Mientras, sirvo la cena, ¿Te parece?

Asiento saliendo de la habitación para ir hacia la nuestra. Me quito el anillo de matrimonio dejándolo sobre la cajita de siempre antes de desnudarme y entrar al baño.

Cuando salgo, me visto con mi pijama y la bata roja que anudo en la parte del pecho.

Cuando entro a la cocina, me molesta que todo esté oscuro hasta que comienza a sonar una de las canciones que Ruggero me dedicó y pequeñas lucecitas se encienden alrededor de toda la cocina.

Sonrío emocionada.

—Feliz aniversario, mi muñequita preciosa.

Ay, no lo olvidó.

Curvo mis labios en un puchero y extiendo mis brazos hacia él dejando que me abrace con fuerza.

Sonrío emocionada. Lo amo, carajo. Lo amo.

Admito que creí que había olvidado nuestro aniversario porque el año anterior me felicitó desde que despertamos. Y cuando hoy se fue más temprano de lo normal y en todo el día no me habló, no pude evitar pensar eso.

Sonrío besando los labios de mi esposo mientras toco mi mano y no siento el anillo.

Olvidé ponérmelo al salir de la ducha.

Normalmente no duermo con anillos puestos pero me gusta tener mi anillo de matrimonio puesto hasta que me alisto para dormir.

Aún cuando eso signifique sacármelo y volvérmelo a poner cuando me ducho.

Da igual, me gusta llevarlo puesto.

—Voy por mi anillo y tu regalo. —le susurro dejando un pequeño beso en sus labios.— Ah, y Matteo no va a llegar a dormir. ¿Te lo dije?

Asiente soltándome, salgo de la cocina y por fin puedo ir por el regalo que le compré. No es algo extraordinario, pero, sé que le va a gustar.

Siempre le gustan mis regalos. Y si no, finge que me gustan.

Me pongo mi anillo y vuelvo a bajar.

Cuando entro en la cocina, las luces ya están encendidas pero en una tonalidad más baja.

Me siento frente a él.

—Te compré boletos de avión. —le digo como una introducción.— Para ti solo.

Almas Que Si Son Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora