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—Tienes que tomarte las cosas con calma. —me dice el doctor.— Creí haber sido claro cuando dije que nada de disgustos o emociones fuertes.

—Me haré cargo. —asegura Agustín.— ¿Ya nos podemos ir?

—En cuánto se acabe el suero. —suspira.— ¿El padre vino? Necesito hablar con él.

Hago un mohín, Agustín suspira y comienzo a sentirme tensa cuando le dice que está en el estacionamiento y que si quiere le llama.

El doctor le dice que le comunique que le espera en el estacionamiento. Me acomodo en la camilla cerrando lo ojos.

Ahora solo quiero dormir.

He tenido la más tensa mañana después de que Agustín haya ido por mi al departamento. Lloré a tal punto de colapsar mientras conducía hacia el hotel.

Y ahora soy un caos total. Y es que me duele el cuerpo entero.

Y el doctor dice que tengo que calmarme porque un malestar más de este tipo me podría llevar a perder al bebé. Y no quiero, detesto la simple idea de perder a lo único bueno que tengo en la vida.

Me quedo dormida, el dolor ha disminuido. Y ahora no puedo hacer más que esperar a que el suero se acabe para irme a casa.

Despierto dos horas después. Agustín ya no está a mi lado, en su lugar, está Ruggero.

Y eso hace que desee volver a dormir pero ya ni el suero traigo puesto.
De hecho, solo tengo un algodón pegado en mi mano y un parche encima.

Ruggero se levanta de la silla. Suspira profundo llevando su mano a mi mejilla para retirar el cabello.

—Despertaste. —su voz tiembla. Carraspea.— ¿Te sientes mejor?

—Me quiero ir a casa. —relamo mis labios.— Tengo hambre, y sueño.

—Okey, vamos. —cede ayudándome a levantarme.— Despacio, tienes que tener en serio muchísimo cuidado a partir de ahora.

Asiento, eso ya lo sé. Pero lo que no me gusta es que me levante entre sus brazos y me lleve hacia la salida.

—Lo lamento. —susurra llevando sus labios a mi frente.— Perdóname, Karol.

—Perdóname tú a mí. —susurro de vuelta.— Tenemos que hablar.

Escucho su afirmación.

Y cuando estamos en el auto, no puedo esperar a que él me diga que quiere hablar, me quedo dormida así sin más.

Despierto cuando siento que me dejan sobre una suave superficie, y cuando abro los ojos, compruebo que he vuelto a mi infierno personal.

De inmediato me incorporo quejándome en el proceso. Él me reprende por mis bruscos movimientos y suspiro.

—Perdón. Es que no quiero estar aquí.

—Entiendo. Pero no te puedes ir y menos después de lo que él doctor dijo. —explica.— Lo lamento pero te tienes que quedar.

Inconforme asiento. Él suspira.

—Tenemos que hablar.

Ambos lo decimos a la vez así que eso basta para saber que sí o sí tendremos que hablar. Se acomoda sentándose a mi lado. Me acomodo dejándole un espacio.

Y soltando un suspiro digo;

—Primero yo expongo mis puntos y ya si quieres, tú respondes, expones tus puntos y llegamos a un acuerdo, ¿Si?

Asiente, relamo mis labios.

Y antes de que pueda hablar, la fastidiosa de Sandra hace su aparición.

—Lamento mucho interrumpir pero, Ruggero, te llamaron de la oficina. Tienes que ir ya.

Almas Que Si Son Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora