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Dejo mi abrigo en la entrada, Federico me recibe sonriendo en el proceso y susurra algo que no logro entender mientras caminamos dentro de la casa.

Llego a la sala, mis manos tiemblan mientras le veo ahí, sentado con algo entre sus manos. Contengo mi impulso de sonreír mientras me siento junto a mamá.

—¿Cómo estás, mi vida? —pregunta la abuela.— ¿Te sientes bien? ¿A dónde fuiste?

—¿Te ha dolido? —insiste mi mamá. Me río.

—Estoy bien. —llevo mis manos a mi vientre.— No me ha dolido hoy, y no caminé mucho, fui y vine en taxi así que no se preocupen tanto.

—¿Algo que quieras comer? —interviene Federico.

Lo pienso un momento, me muero de hambre y eso que comí hace nada por lo que soltando un suspiro digo;

—Sanduchitos en forma de ositos, que tengan mucho jamón. Y un vasito de yogurt. Ah, y un poquito de frutita picada. —hago señas con mis dedos.— Con granola. ¿Puedo tomarme un batido de fresa también? Con escencia de vainilla. Y que tenga trocitos de fresa en el batido. Me gusta mucho.

Federico asiente yo me acomodo apoyando mi espalda en el sillón. Tengo mucha hambre.

—¿Segura que te sientes bien? Hoy quieres comer más que ayer.

—Estamos bien. —insisto.

—Bueno, entonces supongo que podemos ponernos a hablar de lo que importa ahora. —mamá suspira.— Ruggero está aquí porque quiere asumir su responsabilidad como padre del bebé.

—Ah entonces ahora sí cree que es el papá. —saco a relucir lo herida que me siento.

—Karol... —advierte mi mamá. Aprieto los labios.— Está al tanto de tu condición y de lo delicado que será el proceso. Así que se ha comprometido a no ser una molestia de ningún tipo. Y a contribuir con los gastos del embarazo.

—No lo necesito.

—Por favor. —insiste.— Él está asumiendo su parte y tú vas a asumir la tuya... Sin rencores.

Me muerdo la uña intentando no decir nada más y no mirarle. Escucho su carraspeo.

—Ambos tienen que dejar de pensar en ustedes y hacerlo todo por el bebé. Quizá sean enemigos ahora mismo pero en todo lo que respecta al bebé tendrán que aprender a ser los mejores amigos.

Asiento sintiéndome regañada.

—Y más ahora que te irás a vivir con él por un tiempo.

—¿Qué? ¿Por qué? —me incorporo.

—Tengo que llevar a tu abuela a Kansas para que tome su tratamiento. Serán solo dos meses. —promete mi mamá.— Y desearía llevarte conmigo pero el doctor fue claro cuando dijo que no puedes hacer viajes largos.

—Pero no me quiero ir con él, mamá.

—Es justo que él te cuide. —toma mis manos.— Vas a estar bien, y Valentina estará contigo.

Indecisa asiento. Y entonces mamá comienza a sermonear a Ruggero diciéndole de memoria todas las restricciones que tengo por el embarazo y todos los cuidados que necesito.

Federico llega con todo lo que le he pedido y sonrío bajándome al piso para comenzar a comer. Mi bebé lo agradece.

Personalmente odio el yogurt, pero el bebé lo ama así que ni modo.

Además, el de vainilla no es tan desagradable.

—Iré a alistar tus cosas, Karol.

Aprieto los labios.

Almas Que Si Son Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora