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Ruggero P.

Intentar hacer las cosas bien, viniendo de mi, siempre resulta como una mala decisión. Y es que, soy experto en hacer las cosas mal.

Y en enojarme por todo.

Y en hacer que mis ex novias me griten cosas hirientes en la cara...

¿Por qué elegí esto para empezar?

¿En qué maldito momento el Ruggero de hace cinco años creyó que era una buena idea enamorarse?

Si tan solo no lo hubiese hecho, ahora no estaría aquí, subiendo a buscar a la madre de mi hijo para que baje a cenar después de haber estado todo el día encerrada viendo televisión.

Entro a la habitación después de que no conteste mis llamados, no está.

Busco en el baño, tampoco. Y cuando entro al armario, compruebo por qué.

La puerta semi abierta y su voz me lo hacen saber.

—¿Qué es más rápido? ¿Una nutria o un pingüino?

Me apoyo en la pared escuchándole hablar. Suspira.

—¡Hay que ver los pingüinos de Madagascar para saberlo! —escucho su aplauso.— ¡Auch!

Me despego de la puerta de inmediato, pero antes de que pueda abrir la puerta, ella vuelve a hablar.

—Se me durmió el pie.

Ah bueno...

Suelto el aire retenido.

—¿Eres niño o niña? Necesito saberlo para comenzar a seleccionar ropa. —dice de la nada.— ¿Tú qué crees que tú papá quiera? No quiero preguntarle porque seguramente me va a decir; ve y pregúntale al verdadero papá. Y pues no quiero discutir eso, que piense lo que quiera pensar.

Es mi turno de suspirar.

Ella jamás se va a olvidar de eso.

Y yo jamás voy a volver a contestar un teléfono si sé que estoy molesto...

—Oye, ya tengo hambre. ¿En esta casa no comen o qué?

Aprovecho para golpear la puerta con mis nudillos, le escucho moverse y finalmente abre la puerta llevando sus manos a su espalda.

—¿Qué?

—Baja a cenar.

—Quiero comer aquí. —me hace saber.

—Bien, le diré a Sandra que te suba la comida.

—Gracias. —sale del lugar cerrando la puerta.— Me voy a lavar las manos. Ah, y por cierto.

Gira para mirarme, estoy tan cerca que terminamos chocando y ambos retrocedemos.

—Mañana tengo cita con el doctor. Me harán una ecografía, ¿Me vas a acompañar?

—¿A qué hora? Es que tengo que trabajar.

—Ah no, pues eso no importa. Igual le puedo pedir a Phoebe y Agustín que me acompañen. —se encoje de hombros.— Solo quería avisar para que después no me eches la culpa por no estar presente.

Almas Que Si Son Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora