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—¿Se supone que esto es un muñeco de nieve? Siento que pudimos hacerlo mejor.

—Ruggero, es el mejor que hemos hecho. —le quito mi teléfono deslizando en la foto.— Es que tú no sabes de arte.

—¿Arte? Eso es arte abstracto.

Ruedo los ojos, me bajo del auto y camino hacia la cajuela para sacar mi maleta. Él se baja también y me ayuda con eso antes de mirarme y sonreír.

Se inclina a besar mi mejilla.

—Gracias por darme estos días.

—De nada, fue divertido. —me cruzo de brazos.

Aunque no me haya llenado de besos, caricias o algún otro indicio que me diga que quiere estar conmigo en otros sentidos.

Él relame sus labios, besa mi mano y yo sonrío acomodando mi cabello.

Todo muy lindo, pero tengo que irme ya o no llegaré al trabajo.

—Que te vaya bien. —deseo tomando mi maleta.— Nos vemos pronto.

—Si, siento que tenemos muchas cosas que hacer pero a la vez nada. —suspira.— Lo siento, es de dejarte ir es un poco difícil.

Me río.

—Ruggero, solo iré al trabajo.

—Pero igual.

Me estiro a besar su mejilla, le prometo que nos veremos en serio pronto y ahora sí, camino hacia la puerta con mi maleta en mano.

Camino hacia el departamento, dejo la maleta sin deshacer en mi habitación y me apresuro a peinarme.

Me bañé y cambié antes de salir de la cabaña. Solo tengo que arreglarme para salir.

Y si, logro llegar al trabajo a tiempo....

Con un retraso de media hora, pero a tiempo.

Y eso es lo que importa.

Saludo a mi mejor amiga y me aseguro de ponerla al tanto de todo antes de dedicarme a otra cosa que no sea el trabajo.

Es que, esto del viaje de cuatro días para hablar de nosotros y contarnos todos los secretos, ha funcionado. Y es genial porque en el viaje de regreso pudimos hablar, reír y tomarnos algunas fotos.

Fue simplemente como en los viejos tiempos. Pero con nuevas versiones de nosotros mismos.

Y aunque me cueste acostumbrarme a esas nuevas versiones, creo que sí puedo acostumbrarme a este italiano. Creo que sí puedo confiar en él.

Mi viejito lindo.

Ahora sí aplica lo de viejito. Ya llegó a los treinta.

Ponerme al día es un poco cansado, aburrido y en serio tedioso. Pero bueno, ahora mismo, la hora de la comida me sabe a gloria.

Salgo de la oficina con mi mejor amiga a mi lado. Y antes de que podamos subir al ascensor, la asistente de mi mamá que ahora se está haciendo cargo de recursos humanos, se acerca a mí.

—Te llegó esto. —me entrega una funda de regalo.

—¿Gracias?

—Ábrelo, te aseguro que es Ruggero.

Valentina tira de mi brazo hacia el ascensor y cuando las puertas se cierran, por fin puedo abrir el regalo.

Y lo que encuentro me confunde un poco, ¿Un libro?

Valentina se ríe.

—Sabía que Ruggero llegó a los treinta pero no creí que ahora disfrutara de hacer regalos de anciano.

Almas Que Si Son Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora