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—¿Te sientes mejor sin eso?

Asiento moviendo mi brazo muy despacio. El doctor hace unas cuantas anotaciones y yo me quedo sentada en la camilla.

Hace un calor del demonio.

—Buenos días, doctor. ¿Cómo está?

Incómoda aprieto los labios cuando veo a Camila entrar. Ruggero viene detrás de ella, y aunque intento ni mirarle, me es inevitable.

Es que es tan guapo...

Pero hoy su belleza no llamó mi atención, de hecho fue su aspecto tan desganado. Eso hace que mi pecho duela.

No me gusta verle así.

—Pasen, acabo en un momento. —les dice el doctor.

—Si, le esperamos.

Camila se sienta en la silla libre, me bajo de la camilla mientras él doctor me extiende la receta.

—Tómate los analgésicos y asegúrate de seguir cumpliendo con tus terapias.

Asiento lentamente.

—Gracias, doctor. Que bueno es usted.

Le sonrío antes de caminar hacia la puerta aunque evidentemente tardo un poco por mi pie lesionado.

Mínimo ya no estoy sentada en una horrorosa silla de ruedas.

—¿Necesitas ayuda?

Siento su mano en mi cintura, me sobresalto y por instinto le miro. Dios, que guapo está más de cerca.

Asiento buscando su mano. No necesito ayuda pero sí que necesito tenerle cerca.

Le dice algo a Camila y me ayuda tomándome en brazos. Envuelvo mis brazos en su cuello.

Siento su aroma tan cerca que tiemblo, y el sentir la fuerza de sus brazos tan solo le traslada tres años atrás, al momento que jamás debimos soltar.

—¿Estás con alguien?

—No, vine sola porque mi mamá no me puede acompañar. Y Valentina está trabajando. —susurrro.— Pero tomaré un taxi.

—¿Un taxi? ¿Estás segura?

Asiento, vine en taxi y no me pasó nada. Así que será en serio muy sencillo volver en taxi del mismo modo.

—¿Cómo estás?

—Muy bien, ahora lo estoy. —musito sin dejar de mirarle.— ¿Tú cómo estás?

—He tenido mejores momentos.

Mi nariz roza su mentón, suspiro profundo mientras él se tensa y siento sus dedos hacer presión en mi espalda y mis muslos. Muerdo mi labio inferior.

No debo, no debo, no debo.

Mi mente grita que tenga presente que él cree que no le recuerde. Pero no puedo, la necesidad que siento de él es tan grande que sin pensarlo tanto mis labios hacen una leve presión en su mejilla.

—Todo pronto va a mejorar. —prometo.— Vas a estar bien.

Me mira, sonríe y poniéndome en el piso dice;

—Gracias.

Le sonrío también y agradezco su ayuda antes de caminar hacia la calle en busca de un taxi.

Pero antes de que pueda atravesar por lo menos dos metros, escucho que gritan mi nombre. Y tan pronto volteo, me sorprendo de ver a Leonardo aquí.

Pero por supuesto finjo que no sé quién es mientras me sujeto de lo más cercano que encuentro. Estar parada por mucho tiempo no es mi especialidad.

Almas Que Si Son Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora