⏳UNO⏳

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El sonido de las gotas cayendo sobre el pavimento le resultaba bastante relajante. Era fan del clima lluvioso porque le gustaba acompañar esos días con una bebida caliente y un buen libro.

Afuera los rayos del sol se estaban escondiendo, trayendo consigo la calma del atardecer que era arrullado con el sonido del agua cayendo levemente.

Un bolígrafo en su mano, una taza de humeante chocolate y la compañía de Chocho, su gato, era todo lo que esa tarde-noche acompañaba al pelinaranja.

—Vamos Chocho, es hora de la cena —el minino maulló en respuesta, siguiendo los pasos de su amo hasta la cocina para ver cómo le era llenado su plato morado de su alimento diario—. Eso es pequeñín, come todo.

Jimin regresó a la mesa donde permanecía su chocolate para seguir haciendo la lista de la despensa. Al día siguiente tenía pensado ir al supermercado desde muy temprano, pues no podía dejar a sus huéspedes sin una buena atención.

Villa Esmeralda era un lugar acogedor y elegante que Jimin administraba muy bien. Estaba situado a solo una calle de la playa, donde cientos de familias llegaban cada fin de semana a buscar un poco de descanso del ajetreo de la ciudad. Eso al pelinaranja le ayudaba bastante, pues su villa tenía muy buena fama por ser un lugar tranquilo para pasar unos días de relajación, además de que quienes laboraban ahí ofrecían un excelente servicio y eso le daba popularidad al lugar.
Parecía mentira que llevara ya siete años siendo dueño de ese hermoso paraíso que tenía lugar en las playas de Busan.

Al principio todo fue difícil; estaba solo, herido y con las ilusiones por el suelo. Pero hubo una persona que supo alentarlo y darle un pequeño rayo de luz para continuar con su vida lejos del dolor y la decepción que a sus dieciocho años había sufrido por primera vez; su abuelo. Ese hombre era el culpable de la recuperación de Jimin.

Así estaba esa noche, diez años después de aquel horrible día en que su mundo se desmoronó frente a sus ojos, recordando todavía todos aquellos hechos que lo marcaron de por vida, pero que también le enseñaron que en la vida no todo lo bueno es bueno, ni todo lo malo es malo.

No mientras te deje una enseñanza.
Su abuelo fue su tabla de salvación al convencerle de dejar todo atrás y empezar una nueva vida en otro lugar; uno que no le recordara en nada al motivo de su dolor. Así fue como terminó eligiendo irse a la playa, tomar custodia del bien material que sería su herencia después de la partida de su abuelo y tener su propio negocio.

Pero para eso fue necesario estudiar administración de empresas por tres largos años, mismos en los que su abuelo le financió universidad, alimento, ropa y todo lo necesario. Ese hombre era su ángel guardián que desde siete años atrás, lo cuidaba desde el cielo.

Su partida fue un duro golpe que le abrió las heridas de nuevo. Después de eso se sintió solo otra vez y, aunque sabía que no lo estaba, nadie lo entendía como ese anciano alegre lo hizo siempre.

Ya con veintiocho años, siendo todo un hombre adulto, maduro y con metas fijas en la vida, podía sentirse pleno en muchos aspectos de su vida; quizá en todos, menos en uno.

—¡Hola! ¿Podrías abrir la puerta? Tengo siglos marcándote al celular y no respondes, Jimin —la silueta de un joven conocido le hizo salir de sus memorias. Miró hacia la puerta de su hogar -que estaba dentro de la finca, pero alejada de la zona de los cuartos- y lo vio ahí de pie con rostro acusatorio.

Corrió a abrir la puerta y con desgano le sonrió. Cualquiera podría pensar que estaba cansado porque había sido un día agotador, pero Jimin sabía el motivo de su estado de ánimo.

—¿Qué pasa, Tae? Tienes llave, ¿por qué no simplemente enteraste y ya? —el pelinaranja se dirigió hasta el sofá de la sala y se tiró sobre el, luciendo cansado. Verdaderamente cansado.

Después De Ti [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora