⏳ TREINTA Y CUATRO ⏳

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Jimin estaba sentado frente a la mesita de su sala, enfocando la vista a quién sabe dónde, con una taza de café ya frío y su mente siendo carcomida por pensamientos intrusos que solo le hacían querer apagar su cerebro por diez vidas.

Habían pasado 37 minutos desde que vio a Yoongi correr con la desesperación incrustada en su mirada, como si buscara con preocupación a alguien en específico, y tontamente su corazón latió con impulso propio al pensar, erróneamente, que su mirada lo buscaba a él.

Así es, patético.

¿Por qué demonios iba a buscarlo? La última vez todo había sido caóticamente claro. Yoongi le pidió varias veces una sola oportunidad para explicar las cosas, para poder darle su versión de los hechos aún si no lo perdonaba, sin importar que eso no significase que volvieran a estar juntos, porque si, era demasiado tiempo el que había pasado ya y ninguno de los dos era el mismo chiquillo de hace diez años, y las cosas no eran tan fáciles como quizá los demás, ajenos al sufrimiento que cada uno de ellos vivió, pensaban que eran.

Jimin lo sabía. Él estaba jodidamente consiente de que no iba a morir por dejarlo hablar. Escuchar sus palabras, reales o no, no iba a quitarle un solo gramo de seguridad ante su forma de ver las cosas. Y después de ser testigo de aquella pelea en la que Lee Sooni aceptaba de manera indirecta que había jugado sucio, Jimin no encontraba la calma. Porque él sabía que al dejar las palabras de Yoongi al aire estaba aceptando de algún modo que ella sabía que él no estaba consciente de lo que pasaba a su alrededor aquel día, y esa era la primer gran incógnita que le daba al pelinaranja mucho en que pensar.

Cuando se dio cuenta que la mirada de Yoongi se relajaba ante la presencia de Jung Hoseok, que en ese momento confirmaba las palabras de Taehyung al decir que solo eran amigos, se sintió tan patético como hace años no se sentía. Quiso salir corriendo de la recepción donde tenía una vista privilegiada de todo el show montado de esos dos. Show al que luego se sumó aquella chica que había visto llegar junto al pelinegro.

Y si huyó.

Correr lejos de todo, tal como su madre en algún momento le indicó, era una mala maña adquirida que en su edad adulta le hacía ver cómo un jodido inmaduro y cobarde. Y no podía negarlo, porque lo era. Era un hombre cobarde que prefería hundirse en su miseria y encerrarse en su podrida bolita de cristal antes de arriesgarse al sufrimiento.

Justamente eso es lo que había hecho cuando descubrió a Yoongi con Sooni en la cama; huir. Corrió lejos de todo lo que le recordaba la traición, que no era suficiente para alguien como Min Yoongi. Huyó antes de exigir unas palabras que le hicieran tratar de entender que él no era el problema, porque su falta de amor propio, quizá, le hizo pensar que no era lo suficientemente bueno para él.

Ni para nadie en realidad.

Por eso estaba en su hogar, con la mente turbada de pensamientos dolorosos que lo llevaban a sus amargos recuerdos del pasado, esos que creía bien asegurados en lo profundo del baúl de su cerebro pero que salían a flote como un pedazo de madera sobre el agua, manteniéndose con vida aún sin quererlo.

Llevó a su boca la taza que contenía el café, obligándose a saborear el líquido frío en su lengua todavía perdido en pensamientos inútiles. El ronroneo calmado de su gato le acarició los oídos y su cola hizo lo mismo con su mejilla. El suave pelaje acarició su mandíbula y el minino subió a su regazo maullando repetidas ocasiones. Jimin estiró sus piernas sobre la alfombra, dejando sus pies por debajo de la mesita de madera que estaba frente a él y tomó a Chocho en sus brazos, alzándolo a la altura de su rostro. El gato maulló antes de que Jimin hablara.

Después De Ti [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora