Después De Ti [Yoonmin]

⏳CINCO (PARTE UNO)⏳

La noche llegó, y con ella, la insistencia de un Taehyung sumamente emocionado por salir a beber aunque no fuera fin de semana.

—Vamos Jimin —se quejó el castaño—, es tarde ya.

—Tae, ni siquiera se han ido los cocineros —reprochó el pelinaranja—. Espera al menos que se sirva la cena para así poder irme tranquilo.

—¿Sabes que te hace falta?

—Sexo —rodó los ojos—, ya me lo dijiste muchas veces.

—No, tonto —rió de manera escandalosa—, bueno si, pero no hablo de eso —se apoyó sobre el mueble, quedando de frente a Jimin quien sostenía algunas hojas de facturas pendientes por pagar.

—¿Entonces?

—Te hace falta un suplente —evidenció orgulloso—. Alguien que se quede a cargo cuando tú necesitas salir.

—¿Alguien que me supla mientras me voy de parranda? —bajó un poco sus redondos anteojos viendo a su amigo.

—Exacto —dijo, señalándolo con el dedo—. Un sub gerente o algo así.

—Para eso tendría que ser alguien cercano y no tengo a nadie en mente —guardó las facturas y soltó un suspiro cansado—. Además, no creo necesitarlo.

—Yo creo que si —dijo Tae.

Dos leves toques en el cristal de la puerta captó la atención de los dos amigos.

—Ve a ver quién es.

—De acá se ve perfectamente que es el practicante de tu chef, Jimin.

El pelinaranja le dio el pase a Jungkook con un movimiento de mano. El joven entró con algunas facturas en mano que le extendió a su jefe sobre la madera del mueble.

—Tenia estas facturas ya liquidadas en mi poder y me dijo el chef que quizá las necesitaba para las cuentas de los gastos del mes —dijo. Jimin las tomó y empezó a revisarlas, asintiendo de vez en vez—. Bien, eso era todo, nos vemos mañana.

—Adiós, Jungkook.

—Mi homosexualidad domina mi modo bisexual cuando veo a ese hombre, Dios mío.

—No digas estupideces, Kim. Jungkook es un niño incorrompible, no lo arruines por el amor de Dios —Jimin tomó su chaqueta y se dirigió hacia la puerta—. Te veo en media hora para irnos, tomaré una ducha.

—Tu tardas siglos en el baño, Jimin —se quejó el castaño—, a este paso llegaremos mañana al bar.

—Sigue quejándote y me quedaré en la cama viendo películas cursis y tristes para llorar en paz por lo patética que está siendo mi vida.

—Iré a buscarte si no vienes.

—Si, si. Como sea.

Entró a su hogar sin prestar atención a su alrededor. Su casa estaba al fondo de la villa, siendo el lugar que más resaltaba por los colores que el jardín frontal brindaba a la vista. Era fiel amante de los rosales por herencia de su padre, quién le enseñó desde pequeño -y para enmascarar la ausencia de su madre- a cultivarlos y cuidarlos con esmero.