⏳QUINCE⏳

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Hoseok no se sentía mal por querer encerrar a esa molesta mujer en el baño y tirar la llave por alguna alcantarilla. Era más odiosa de lo que podía recordar y solo habían pasado seis meses desde que la vio en aquel congreso.

Estaban en una reunión ultimando los detalles de las instalaciones por las que ya se había pagado una gran cantidad de dinero. Jung Hoseok tenía la batuta de administrador del casino principal por el tiempo que Yoongi invertía en ese nuevo proyecto pero no dejaba de acompañar a su socio a esas reuniones. Sobre todo para tranquilizarlo y evitar más altercados.

—Bien, Sooni —Yoongi estaba harto. Quería salir de ese jodido lugar y dejar de verle la cara a esa mujer—, ya todo está en orden así que me largo. Vamos, Hobi.

Ambos hombres se levantaron haciendo chirriar las sillas en las que estaban sentados. La mujer los observó con superioridad y sonrió para Yoongi que solo atinó a girar su rostro.

—Recuerden que en una semana me acompañarán a supervisar la remodelación del lugar.

Los dos salieron y se desviaron hacia un bar que frecuentaban desde su época de la universidad. Al entrar, una ola de recuerdos amargos azotó a Yoongi, de pronto se vio llorando en la barra siendo sostenido por su mejor amigo, llamando entre llanto a Jimin y pidiendo perdón.

—Dos cervezas —pidió Hoseok. Se sentaron frente a la barra y Yoongi desató el nudo de su corbata oscura.

—Es una maldita perra —Min bebió media botella de golpe en cuanto le fue servida—. No sé cómo demonios le voy a hacer para soportar toda esta mierda.

—Piensa en el negocio, amigo mío. Esta fue una gran oportunidad desde el principio, una que te va abrir muchas puertas y ganancias. Esa maldita sabe bien lo que hace, es una perra pero muy inteligente.

—Si cree que con esto tendremos una estrecha relación laboral está muy jodida de la cabeza. Pondré a alguien al pendiente de ese lugar y haré lo posible por no verle la cara.

—Sé que es difícil —comprendió Jung—, y sé que de haber sabido que era la mente detrás del proyecto no habrías aceptado, pero piensa que esto te viene de maravilla —puso una mano sobre el hombro contrario dejando un leve apretón—, es una gran oportunidad.

—Lo sé —aceptó el pelinegro—, pero verla me hace recordar el pasado, un pasado que duele más hoy día, Hoseok.

—Hermano…

—No tienes idea de todas las noches en las que he luchado contra éstas ansias de tenerlo cerca de nuevo —Jung vio sus ojos cristalizados—, pero sé que es injusto quererlo de vuelta conmigo porque soy quien más daño le ha hecho y no pretendo poner excusas… es solo que no puedo sentir paz sabiendo ahora donde está.

—Quizá habría sido mejor no haberlo encontrado.

—La vida es una perra y me dio a Jimin para que siga purgando mi castigo, Jung. Lo puso en mi camino solo para adorarlo desde la distancia, siendo feliz sin mi.

Era un martes por la tarde cuando Nina Hart se dirigía a su puesto

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Era un martes por la tarde cuando Nina Hart se dirigía a su puesto. Por la mañana había acudido al médico a un chequeo de rutina, así que Jimin no tuvo problema con hacerse cargo de la recepción ese día.

—¡Ya llegué, jefe!

Park Jimin solo tenía una palabra para describir a esa extranjera; arrolladora. Su presencia al principio fue algo arrolladora, porque tenía una forma de ser que, o te agradaba, o la aborrecías en el momento. Por fortuna para ella, a Jimin le pareció la persona más genuina que se cruzo por su puerta en mucho tiempo.

—Hola, Nina. ¿Cómo te fue? —deslizó sus redondos anteojos del puente de su nariz y bebió un sorbo de su café.

—Todo, tooodo —alargó mientras daba un giro en su lugar extendiendo los brazos—, está en perfectas condiciones conmigo, jefe.

Jimin sonrió de esa forma en la que solo alguien tan genuinamente feliz podría hacerle sonreír. Desde que esa chica llegó, además de aligerarle la carga de trabajo, le hacía pasar días más alegres. Siempre tenía algo gracioso que contar, porque siempre le pasaban cosas extrañas ya sea en la calle, o en su propio hogar.

—Hola, Jimin —el ayudante del chef entró por la puerta, parándose en seco al ver la silueta de Nina al lado de Jimin.

—Hola Jungkook —le sonrió—. Adelante, pasa. ¿En qué te puedo ayudar?

Para Park Jimin no pasaban desapercibidas las señales de nerviosismo que Jungkook dejaba ver cuando Nina estaba cerca. Ella era muy linda; con ese rizado cabello castaño que bailaba rebelde con la brisa marítima, esos oscuros ojos expresivos y esa piel acanelada. Estaba seguro que de haber sido heterosexual, ella le habría gustado de forma romántica.

—Si —dijo reaccionando—. Vengo por la lista de pendientes —Nina lo veía un poco extrañada de su comportamiento. ¿Le caía mal?

—Claro —Jimin buscó esa lista en uno de sus cajones—. ¿Podrías dársela por favor? —le extendió el papel a Nina que aceptó de inmediato.

Jungkook sintió una corriente recorrerlo entero cuando sus manos sucumbieron ante un mínimo roce al recibir la lista.

—Bien —dijo guardando el papel—, me voy. Adiós —en esa ocasión sonrió un poco y los miró a ambos. Nina suspiró al recibir su mirada de despedida y una leve sonrisa, y Jimin sonrió al ver las reacciones de ambos.

—Que bonito es el amor —canturreó Jimin en voz baja. Llevó su taza a su boca y bebió lo que quedaba de café.

—¡Jefe! —el grito no le asustó. Era una forma de reacción para desviar la atención y sus suspicacias—. Llamaron ayer de una agencia y quieren saber si hay suficientes habitaciones para el fin de semana. Quieren reservar cinco por el fin de semana entero.

—¿Cinco? —levantó la vista y la expresión entusiasta de Nina le encontró.

—¡Cinco, jefe! Es algo muy bueno.

—Por supuesto que lo es —aseguró. Tomó su libreta donde llevaba el registro de las habitaciones y se dio cuenta que no había disponibles en ese momento, pero para el fin de semana habría al menos siete habitaciones libres que seguramente serían ocupadas rápidamente—. Especificaron si requerían habitaciones sencillas o dobles?

—No, pero me pidieron que llamáramos de vuelta para confirmar y así hacer la reservación.

—Bien, me encargaré de eso, Nina. Ahora me voy, tengo una comida con Tae.

Jimin salió y se encontró a su mejor amigo yendo hacia la salida. Vestía una colorida camisa playera, de esas que llevan enormes y coloridas flores. A su mente llegó el recuerdo de cuando lo vio por primera vez y sonrió. Taehyung tenía razón cuando meses atrás le dijo que estaba rodeado de gente que lo ama. Tenía un tesoro en forma de personas.

—Estaba por llamarte —se acercó y su amigo lo guio de los hombros hacia la salida—. ¿Qué se te antoja de comer hoy?

—Sorpréndeme —dijo con una sonrisa mientras se subía al nuevo auto de Tae

Después De Ti [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora