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De nuevo la horrible sensación de que todo el proceso por el que había pasado se iba al caño, estaba ahí.

La primera vez que lo experimentó fue cuando su abuelo murió. Habían pasado tres años desde que huyó del dolor que Yoongi le provocó y, con la partida de la única persona que lo ayudó a superar esa etapa oscura de su vida, sintió que todo lo que había avanzado en esos tres años para superar su pasado, se había ido al demonio en un segundo.

Siete años después tenía esa misma sensación.

Yoongi lo veía con la súplica impregnada en el rostro y Jimin no podía sentir otra cosa más que un profundo resentimiento que lo envolvía de pies a cabeza.

—Jimin por favor, déjame entrar —el menor no quitaba su vista de la suya y Yoongi sintió todo el coraje que Jimin guardaba en su interior. Y no podía quejarse de ello; se lo merecía.

—¿Qué haces aquí? —las palabras atravesaban como dagas de hielo el pecho de Yoongi. La indiferencia y la frialdad con la que el menor le hablaba era casi desconocida para el mayor que, en el pasado, solo había recibido palabras dulces de su boca.

—Mi auto falló a unos metros de aquí —habló Yoongi, luchando contra el nudo en su garganta. ¿Realmente lo tenía frente a él después de tantos años?—. El taxista que me trajo me recomendó este lugar. Te juro que no sabía que estabas aquí. Déjame entrar —insistió—, me estoy congelando aquí.

Jimin se hizo a un lado para que Yoongi entrara. Una vez estuvo dentro, pasó por su lado con la intención de tener el menos contacto con él. Lo dejaría quedarse esa noche solo porque la lluvia estaba horrible afuera y seguramente no encontraría hospedaje cerca.

—Te llevaré a la habitación disponible —dijo el pelinegro lo suficiente alejado del otro—, y mañana a primera hora te encontraré un mejor lugar.

—¿Por qué? —arremetió Yoongi—, estaré bien aquí.

Jimin se giró de repente y Yoongi se detuvo abruptamente ante el movimiento del menor.

—Escúchame muy bien, Min —la expresión dura de Jimin causó escalofríos en Yoongi. ¿En qué momento había cambiado tanto?—. No vas a encontrar un mecánico aquí cerca, lo mejor es que busques alojamiento más al centro de la ciudad —y te vayas cuanto antes, pensó Jimin.

Min Yoongi decidió que era el mejor momento para cerrar la boca. Jimin decidió, por su parte, que lo mejor era no ser tan obvio; no podía dejar ver que aún después de tantos años, la presencia del mayor le afectaba.

«Se un profesional y atiéndelo como a cualquier otro huésped; él no puede influenciar en tus emociones. No más»

Jimin guio a Yoongi hasta la recepción para que se registrara como cualquier persona lo haría; le dio sus datos, pagó el total de la habitación por una noche y suspiró tranquilo al ver qué no sería corrido.

Llegaron a la habitación atravesando un patio cubierto por flores de colores que apenas se lograban admirar por la luz encendida del exterior. Había algunas mesas con sus respectivas sillas que hacían lucir el lugar verdaderamente acogedor.

—Aquí está tu llave —la extendió frente a Yoongi quien dudó en tomarla—, si la pierdes se te cobrará una cantidad por la llave y otra por la irresponsabilidad de ser un imbécil y no poderte hacer cargo de una estúpida llave. Permiso —se dio la media vuelta y caminó hasta la recepción de nuevo.

No debí decir eso, pensó Jimin, pero ya estaba hecho.

Yoongi entró a la habitación. Sonrió ante lo cálido que se sentía el lugar solo con ver la decoración minimalista pero elegante.

Su ropa y todo él escurría agua. Colocó la maleta sobre la cama de la pequeña pero cómoda habitación y agradeció que el interior de ésta permaneciera seca.

—Tengo que darme un baño —dijo para si mismo. Entró al baño y se dio cuenta que no había ninguna toalla, solo papel higiénico, shampoo y jabón. Pensó un momento y tomó la decisión—. Ni modo, me va a madrear pero necesito darme una ducha.

Caminó con precaución hasta la recepción donde había visto a Jimin entrar minutos antes, esperando que aún se encontrara ahí. Se asomó por el cristal de la puerta corrediza y lo vio entretenido en un libro de contabilidad con bolígrafo en mano, además de una taza humeante. ¿Qué contenía? No lo sabía, pero podría jurar que era chocolate o café.

—Oye, perdón que te moleste —Jimin levantó la vista y Yoongi sintió el fastidio en su mirada—, pero necesito darme un baño y no hay ninguna toalla, podrías…?

Guardó silencio al ver el movimiento de Jimin. Se perdió de su vista detrás de una puerta y segundos después lo vio aparecer con una torre de toallas perfectamente dobladas sobre sus brazos, casi cubriéndole el rostro. Se aproximó hasta él y las colocó sobre sus brazos.

—Ahí tiene, señor. Buenas noches.

Al ver cómo Jimin regresaba a su anterior posición entendió lo incómodo que quizá era para el menor el tenerlo ahí después de tantos años. Las cosas no habían acabado de una buena manera y toda la culpa era suya, según Yoongi. Pero, es que era tan joven, inexperto e inmaduro en ese entonces que no pensó en las consecuencias de su estupidez. Se dio cuenta en el instante de su estúpido error pero cuando intentó arreglar las cosas, su Jiminnie ya no estaba. Nadie le dijo donde encontrarlo y aunque lo buscó, nunca dio con alguna pista de dónde podía estar.

Al final de cuentas la vida siguió para él, y al parecer para Jimin también, pero a pesar de los años, el sentimiento de resentimiento seguía instalado en el corazón de Jimin, y conociéndolo como lo hacía, estaba seguro que con unas simples disculpas no lograría nada.

Llegó a su habitación y entró directamente al baño. Gimió gustoso al sentir el calor del agua destensar un poco sus músculos. Soltó un estornudo y salió lo más rápido que pudo para poder dormir un poco antes de acudir al congreso para nuevos empresarios al que estaba invitado.

Por otro lado, Jimin permaneció en la recepción hasta altas horas de la madrugada, lamentándose por tener esa suerte tan jodida.

—¿Por qué entre tantos lugares tiene que estar aquí? —limpió las lágrimas con la manga de su suéter y sonó su nariz que ya estaba roja—. Abuelo, ayúdame con esta nueva prueba que la vida está poniéndome porque siento que no voy a poder —el dolor en su pecho se sentía como una roca gigante. El nudo en su garganta parecía asfixiarle y lo único que deseaba era dormir y no despertar.

La vida siempre había sido difícil para Jimin. Desde pequeño sufrió la ausencia de su madre, ya que al ser hijo de padres divorciados no la veía con regularidad. Con el tiempo su madre fue acercándose a él y al llegar a la edad de la pubertad, pudo sentir a su madre por fin cerca. Pero eso no quitaba todas esas noches de pesadillas en las que él quería el abrazo de su madre, o esos eventos del día de la madre a los que ella no asistía porque no estaba ahí, con su hijo como las demás mamás.

La única persona que siempre estuvo ahí para él, fue su abuelo.

Miró la hora en su móvil y se dio cuenta que era demasiado tarde. Caminó hacia su hogar con pasos perezosos, tomó una pastilla para el dolor de cabeza y se metió a la cama rogando que el dolor se fuera con la llegada del sol.

Después De Ti [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora