CAPÍTULO 3

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8 años después

Me encontraba en el río, lavaba mi ropa y la de mi tía. El sonido del agua se mezclaba con los golpes de las prendas contra la piedra, el cielo despejado dejaba visible el sol en su máximo esplendor. Al terminar me dirigí a casa. Quedaba relativamente cerca, el camino verde me daba paz, vivíamos en la montaña.

Padre hoy cumplía 8 años de muerto y cada año en esta fecha recuerdo lo vivido ese día, el alma se envenena y todo en mí se llena de rabia y odio. Por años he planeado mi venganza pero ahora solo suena como un par de ideas descabelladas, pues nada se compara con lo que me hicieron.

Al estar frente a la puerta golpeó dos veces y mi tía sale. Es una mujer muy amable y carismática, se parece mucho a papá, su cabello castaño hace juego con sus ojos negros y labios gruesos.

—¿Como le fue, Victoria?

—Bien, tía.

—Que bueno, mija.

Lleve la canasta a su cuarto y me devolví a la cocina, donde estaba ella. La casa no era muy grande, tenía los espacios necesarios y era acogedora.

—Mija, necesito un favor.

La mire imaginándome que seria.

—Necesito que vaya a la casa de Doña Pilar y le lleve los vestidos. —dijo cortando los tomates para la sopa.

—Bueno señora. —respondi mientras servía el arroz.

Al terminar de comer tome una mochila y guarde los vestidos, lista para ir al pueblo.

El camino largo se me hizo corto por la profundidad de mis pensamientos, no me dí cuenta en que momento había llegado. Toque la puerta y una mujer negra me abrió con prisa. La salude disimuladamente y subí a la segunda planta de esa lujosa casa. Pilar se encontraba tomando té con otra elegante dama.

—Buenas tardes. Doña Pilar aquí le traje los vestidos. —dije ofreciéndole la bolsa pero rápidamente la tomó una de sus esclavas.

—Me gustaría probarmelos por si hay que realizar alguna modificación. —Pidió la bolsa y sus empleadas la ayudaron a desvestirse y vestirse con los nuevos vestidos.

Ambos le fascinaron, la bella mujer que la acompañaba también alabo mi trabajo y el de mi tía.

—Quiero unos para mí. —me pidió.

—Claro, con gusto.

Mientras le tomaba las medidas me di cuenta que su rostro se me hacia familiar, esos ojos verdes ya los había visto antes. Me atrapó mirándola.

—¿Pasa algo? —preguntó dandome una mirada desconfiada.

—Nada, solo es usted muy bella —respondi con una sonrisa.

Ella río.

—Gracias, —dijo todavía riendo— te espero la próxima semana.

Asentí y me despedí asegurandoles volver la otra semana. De regreso a casa solo pensé en mi padre, su último te amo clavado en mi mente. Al llegar cene con mi tía y nos fuimos a domir.

Ya había pasado una semana, era hora de volver, ya tenia los vestidos. Primero fui donde Pilar y luego me dirigí hacia la casa de la señora Isabel, la rubia.

Al tocar la gran puerta ella misma me recibió. Me ofreció una sonrisa y me invito a pasar.

Su casa era grande y demasiado lujosa, los cuadros y floreros finos eran muestra de ello. Una vez estuvimos en su cuarto la ayude a colocarse los vestidos, le quedaron a la perfección, las capas de tela y el escote recatado resaltaban sus mejores atributos.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora