Todo el camino a la hacienda transcurre en silencio, ni Salvatore ni yo nos atrevemos a abrir la boca, estamos muy absortos en nuestros pensamientos para hacerlo.
La noticia de Marcos como presidente aún retumbaba con fuerza en mi mente, no debía pasar esto, todo iba también. Sabemos lo fuerte que es y las estrategias que puede tomar para adoctrinar de nuevo a este pueblo y hacerlo sufrir como en años anteriores. Pienso en mi padre, no puedo permitir que vuelva a pasar lo mismo, con nadie más. Por otro lado me inquietaba lo que habían hecho Amadeo y Lorenzo, nada de eso me fue consultado ni estuve en la planeación, temía a que fueran a salirse del plan, de los lineamientos que estábamos cerca por cumplir.
Cruzamos toda Santa Fé y nos acercamos cada vez más a la hacienda, después de varios minutos de pensar y analizar las cosas una y otra vez logro visualizar la casa, están los carruajes en los que iban los Masaveu junto con un par más. Giro mi rostro extrañada para ver a Salvatore pero este se encuentran tranquilo, al parecer sabe de quienes son.
El ver todos los carruajes me confirma que todos los Masaveu están bien incluido Marcos.
El carruaje se detiene y ambos bajamos, sigo a Salvatore unos pasos atrás mientras este se encamina a la entrada y abre la puerta. Entro después de él y me quedo estática al ver lo que Marcos trae en las manos.
Roto y deshecho tiene en las manos el vestido de Delia, aquel que me presto el día de la boda y que yo le devolví aunque Salvatore me dijo que no lo hiciera, el mismo que traia hoy y reconoci pero que no recordaba de donde. La expresión de Marcos es terrorífic, sus ropas están desechas, su cabello se sale de la perfecta coleta e incluso trae las manos manchadas con gotas de sangre. Isabel yace sentada en un sillón de la sala llorando como una niña pequeña mientras intenta contener los jadeos y retomar su compostura pero el llanto no se lo permite.
Los hombres a su lado y el que tiene en frente no dejan de mirar serios y con menosprecio a Salvatore, me enojan las miradas que le dan.
Me siento descubierta, mierda, todo esta cayendo.
—¿Que esta pasando? —cuestiona Salvatore serio acercándose a su padre el cual lo mira con odio y desprecio— ¿Para que están los hombres aquí? Pensé que ya habíamos hablado de todo en la oficina.
Uno de los hombres, el más viejo intenta hablar pero es interrumpido por Marcos.
—Los hombres ya se iban. —dice Marcos cortante y altanero.
—Nosotros vinimos... —intenta hablar otro en medio de titubeos pero un grito lo calla de inmediato.
—¡Largo! —todos se sobresaltan por el grito del hombre menos Salvatore y yo— ¡No les quiero ver las putas caras, ya dijeron lo que tenían que decir, ahora largo!
Los hombres se levantan de prisa ofreciendo una casta reverencia mientras salen casi corriendo del lugar, a pesar de ser importantes en este país le temen al general. Saben de lo que es capaz y que si no se largan en menos de 10 segundos serán baleados hasta la muerte, pues ese monstruo no tiene paciencia ni compasión.
Es cuestión de que salgan para que Marcos tire el vestido con rabia a los pies de Salvatore mientras Isabel cae al suelo, me desconcierta todo lo que pasa pero el miedo pica en mi garganta al saber lo que pasará.
Salvatore no puede articular palabra pues su padre lo toma del cuello y lo estrella contra la pared.
—¡¿Te estas follando a tu hermana?! —espeta furioso haciendo que Isabel y yo nos acerquemos pero la seña que me da Salvatore para que me quede en mi lugar me obliga a tragarme las ganas de estampillarlo y obedecer.
—¡No, como se le ocurre si quiera decirlo! Es mi hermana, venimos del mismo vientre y soy incapaz de tocarla, que se me caigan las manos si eso es cierto. —lo contradice Salvatore imitando su actitud.
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LASCIVIA. (Pecados Infernales)
Roman d'amour¿Que pasa cuando tus ansías de libertad cuelgan de un hilo entre el amor y la justicia? Me criaron con ideales religiosos y sumisos, donde el rey era mi amo y el negro mi esclavo. Dos opuestos donde mi mente oscilaba para quedar limpia de mis actos...