LASCIVIA. (Pecados Infernales)

CAPÍTULO 47

Victoria

Durante la noche no puedo dormir y me remueve inquieta en una de las camas que están en los refugios, las manos me pican y sudan, mi corazón va a toda velocidad y se me dificulta respirar.

En la cama de arriba están los niños, Rafael y Liam decidieron dormir juntos para cederle la otra cama a su padre, pues a oídos suyos llegó la fuga y este decidió escaparse del lugar donde lo tenia Salvatore para estar con sus hijos, estaba muy feliz por ellos, por fin estarían juntos nuevamente, estaba mucho mejor de salud y los niños estaban muy emocionados por ello, lo note cuando les di su beso de buenas noches.

Sabía que no era la única que se encontraba despierta pues muy pocos podían dormir, tenían temor, ansiedad y muchos otros no podían ver esto como algo real. Muchos como yo se encontraban mirando el techo o las tablas sobre su cama, las respiraciones calmadas se escuchaban al unísono por todo el lugar mientras la mía se desequilibraba entre más pensaba.

Salvatore y Miguel habían insistido en que durmiera en la casa pero me había negado, pues no quería hablar con el primero y el segundo me causaba una gran desconfianza y mezcla de sentimientos desde que nombro a mi madre.

Decido levantarme e ir por un poco de aire, muchos me ven salir pero no me importa, subo las escaleras y salgo al exterior. De inmediato el frío hace su efecto erizandome la piel y helandome los huesos, no hay ni una sola vela prendida en la hacienda por lo que me siento más a gusto caminando por el hermoso jardín mientras no dejo de mirar a la luna.

"Tres cosas no pueden ser ocultadas por mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad"

Las palabras de mi madre vienen con fuerza a mi mente, Darana siempre habia sido una mujer tan sabia y lista, era una excelente persona, mi madre era la mujer que toda otra quería ser y con la que todos los hombres querían estar, no solo por su belleza, sino también por su nobleza y múltiples capacidades.

No habría una mejor mujer en la capital que mi madre, era una excelente mujer y una ejemplar madre, sin rayar en lo ético siempre hizo lo mejor por mi hermana y por mí sin importar si con eso desafiaba a mi padre o al mundo entero. Darana era como un ángel en la tierra, me sentía muy orgullosa de venir de ella y haber sido educada por aquella fantástica mente con tremendo corazón.

Aún recordaba con un sabor amargo nuestra despedida, la manera en que la vida se iba poco a poco de sus ojos mientras no dejaba de abrazarnos a Ivette, padre y a mí.

Murió semanas antes de que asesinaran a padre, todo había sido muy reciente y ni mi hermana ni yo supimos como actuar. Ivette se había ido con una amiga de mi tía para el Cauca y vivió varios años allí donde se preparaba para ser mujer y la mano de algún hombre relativamente importante, pero tras la muerte de su cuidadora volvió conmigo y con mi tía, desde allí nos volvimos inseparables y comenzamos a maquinar nuestro plan. Siempre la escuche, Ivette era mi única hermana y también siendo una niña desempeñó el rol de madre, pues se vio obligada a hacerlo conmigo tras la pérdida de nuestros padres. Siempre fuimos la tía, Ivette y yo.

Tras años de anhelada venganza, un día llegó a nuestras manos como bandeja de oro y no desaprovechamos la oportunidad, los Masaveu nos tenían que pagar con sudor y sangre cada uno de nuestros sufrimientos y lágrimas derramadas. Fuimos ágiles e inteligentes, nos acercamos tanto a ellos que ni cuenta se dieron que ya tenían a sus asesinas en la misma mesa. Solo que no contábamos con la amabilidad y dulzura de Delia e Isabel, mucho menos con que me enamorara de Salvatore, aquel hombre que juré odiar, pero no, al final el corazón me había ganado y complicado todo.

Y era justo ahora era donde me replanteaba todo, mi charla con Miguel, mi situación con Salvatore, mi relación con Ivette y el futuro de mi tía.

Las dos primeras me llevaban consumiendo la cabeza desde que pisé esta hacienda pues no tenia ni idea de que mi madre estuviera relacionada con esta familia de una u otra manera.