CAPITULO 52

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Victoria

Uno...

Dos...

Tres...

Cuatro...

Regulo mi respiración.

Todo está bien.

Me repito una y otra vez, mientras el cuerpo me tiembla y la piel me quema, mis huesos se separan de los músculos, ya oscureció y Salvatore no ha vuelto, su papá y hermano lo están cazando. Pero primero va su madre, la cual fue a salvar después de que la corriente del río se la llevará sin que alguno pudiese intervenir.

Recuerdo el ruido del agua mientras mis dedos son atropellados por la fuerza de la corriente, su cuerpo contra el mío, sus brazos sosteniendome con fuerza y la preocupación en su mirada.

Mis dedos martillean contra la pequeña mesa improvisada dentro de la carpa que armamos mientras esperamos a Salvatore y a su madre, decidí parar en uno de los campos del camino, no puedo seguir sin ellos.

Antonia y Héctor reposan ansiosos a mi lado, es riesgoso quedarse aquí pero no estoy dispuesta a dejarlo, si quieren pueden seguir, se los dije pero ambos se negaron a dejarme sola.

Los cascos de un caballo se acercan y me levanto rápidamente, salgo de la carpa y visualizo al hombre que llega, de inmediato me lleno de desilusión, no es Salvatore. Todos salen de las carpas y se asoman, todos buscan lo mismo que yo.

Jadeo y me llevo las manos a la cabeza, estoy desesperada y temo a enloquecer si todo sigue así y él no aparece. Dirijo mi mirada al hombre que baja del animal quien me mira y se quita el sombrero en señal de saludo, es uno de los campesinos que se nos unió en Santander.

Lo miro y no siento cuando otro caballo se acerca hasta que lo tengo a pocos metros, este se detiene y el alma me vuelve al cuerpo cuando veo aquellos ojos azules, su madre está a su espalda, ambos con la ropa y cabellos mojados.

Salvatore luce enojado y varios corren a la ayuda de Isabel, no se ve muy bien, yo me quedo en mi lugar mirándolo sin pestañar, pensé que no volvería...

Este se baja del animal y a zancadas llega hasta donde me encuentro pero no va hacia mí, va directo a Héctor.

No me da tiempo a reaccionar cuando esté le da un puñetazo en todo la cara que lo manda directo al suelo, el cuerpo es fuertes y seco, la nariz de Héctor comienza a sangrar rápidamente.

-¡Gilipollas, mi madre casi muere por su culpa! -le grita furioso mientras mi amigo lo mira desde el suelo- ¡Solo le encargue una cosa, una puta cosa!

Antonia ayuda a poner en pie a Héctor y Salvatore intenta irsele encima pero me le atravieso.

-¡Basta, ya está!

Todas las miradas están sobre nosotros.

Sus iris se encuentran con los míos y reconozco fácilmente toda la furia que se carga en este momento. Delia abraza a su madre y desde lejos ambas nos observan.

-Esta bien, es lo importante. -Hago referencia a su madre.

El ojiazul solo me mira, no dice nada, no le gusta que alguien no lo deje realizar su cometido, ni que lo pongan en duda, mucho menos frente a todo el mundo.

-Quitensen de mi camino. -la voz le sale fría y sería.

Nadie le da tiempo a chistar y obedecen de inmediato, incluídos Antonia y Héctor, quienes se mueven para dejarlo pasar, yo en quedo estática en mi lugar mientras me pasa por un lado y se adentra en la carpa.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora