CAPÍTULO 41

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Duermo tranquila hasta que los golpes en mi puerta me levantan, son secos e impacientes. Me levanto haciendo mala cara y abro la puerta.

—Ya voy. —anunció antes de abrir la puerta.

Jorge esta al otro lado con una expresión preocupada, esta agitado y me mira fijamente.

—¿Qué pasa, Jorge? —cuestiono tomándolo del hombro e invitándolo a que siga.

Lo hace en medio de su espamo.

Cierro la puerta y me permito mirar a la ventana, esta oscuro, no se si es de día o de noche, estaba muy profunda para darme cuenta.

—¿Que lo tiene así? ¿Es Juana o Matilda? —cuestiono empezando a preocuparse.

Él niega con su cabeza.

—Es Camilo —la mención del nombre guía a mis pensamientos a lo que cree que pasó—. Lo atraparon, esta preso.

Confirma lo que yo intuía y me lleva el diablo.

—¿Cómo pasó? —cuestiono ahora preocupada y molesta.

—No sé muy bien, estaba con Amadeo, no sabemos si también lo tienen a él —declara—. Lo vimos Héctor y yo con la tropa de Marcos mientras lanzabamos la tierra al río.

Maldigo una y otra vez, hijo de puta, ¡mil veces hijo de puta! Marcos siempre de entrometido y como se los dije, él no se quedaría quieto ante un desafío como este, no me creyeron y aquí están las consecuencias. Es un gran debilitamiento para nuestro movimiento, se cae una pieza clave y no sé que hacer. Tal vez lo fusilen, trasladen a Cartagena porque supongo que todavía está en Santa Fé o le saquen a punto de torturas toda la información. Camilo Rojas era un hombre fuerte y terco, difícil de doblegar por lo que dudaba que nos fuera a delatar.

No me puedo quedar con la noticia a medias por lo que comienzo a vestirme con una falda larga y ligera y la capa negra de Salvatore que me cubre parte del rostro.

—Iré a ver que pasa, mientras sigan con la excavación del túnel, multipliquen los hombres, necesitamos que esté listo lo más pronto posible. —le informo y doy una nueva orden antes de salir de la habitación.

Me muevo con agilidad y precaución por los pasillos hasta salir por la puerta de atrás, ya está abierta pues por allí entró Jorge, la dejo ajustada para que pueda salir ahora. Me muevo por el cerro hasta llegar al establo, pienso en llevarme a Hades pero no puedo repetir caballo, sería una pista para que lleguen a mí, busco uno que pueda pasar desapercibido entre lo que cabe pues cada una de las bestias era hermosa y llamaba la atención fuera donde fuera. Optó por un caballo de pelaje café y lo ensillo en segundos.

Me subo y comienzo a galopar a toda velocidad, dejo la hacienda atrás y el pueblo se cierne sobre mí mientras el sol sale. Me muevo por pasadizos que me se de memoria hasta llegar a la chicheria, escondo el caballo, me coloco el antifaz y me dirijo a la puerta cuidándome de no ser vista por nadie. Los segundos se me hacen eternos antes de que Lorenzo me abra la puerta.

Su rostro me calma pues al menos él está bien. Me adentro sin decir nada y él cierra la puerta detrás de mí.

—¿Donde esta Amadeo? —preguntó con preocupación buscándolo por el lugar.

Lo encuentro en un sillón hecho bola mientras mira al techo fijamente.

—Joder, casi me matan. —confiesa mientras me aproximo a él.

Me inco para estar a su altura y es ahí cuando noto los moretones en su rostro y los arañazos en su pecho y espalda desnuda, tomo sus manos entre las mías y se queja cuando rozó sus nudillos reventados. Sonrió satisfecha, es señal de que dio pelea y por eso esta con nosotros y no con Camilo.

LASCIVIA. (Pecados Infernales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora